Pablo Escobar: La traición

Crítica de Alexis Puig - Infobae

Javier Barden es Pablo Escobar

Esta nueva versión fílmica sobre la vida del narcotraficante más famoso de todos los tiempos está contada desde la visión de su amante, una periodista encarnada por Penélope Cruz

El ascenso y la caída del fundador y líder del Cartel de Medellín vuelve a ser el centro de una adaptación cinematográfica. En este caso, además de los crímenes y el negocio de la droga, el guión se detiene en la apasionada y tormentosa aventura amorosa que Pablo Escobar Gaviria mantuvo con Virginia Vallejo, la periodista colombiana más famosa del momento.

Pablo Escobar: la traición está narrada con un formato de thriller biográfico y tiene como base el libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, escrito por la propia Virginia Vallejo. Fernando León de Aranoa es quien se puso detrás de cámaras para llevar adelante la adaptación, en una lograda producción en la que se destacan la reconstrucción de época, las escenas de acción y el manejo de la tensión y el suspenso.

Quizás el problema mayor que tenga el filme es que habiendo ya tantas versiones sobre la misma historia, (muchas muy recientes) por momento resulte reiterativa y poco sorprendente. Hay secuencias que ya hemos visto en películas y series, y que por lo tanto pierden efectividad (sin ir más lejos, el final sangriento del protagonista).

Físicamente, Javier Bardem logra mimetizarse con Escobar Gaviria, pero cuando le toca decir sus parlamentos, suena artificial y demasiado teatral, alejándose de la naturalidad de la puesta. Otro tanto ocurre con Penélope Cruz, que compone una Virginia casi de caricatura que parece salida de una comedia kitsch de Pedro Almodóvar. La elección de rodar la película en inglés tampoco ayuda y resulta muy extraño ver a dos intérpretes ibéricos haciendo de colombianos hablando el idioma de Shakespeare.

Si es interesante la pintura que se hace del criminal, bajándolo del pedestal de "antihéroe" y presentándolo como un monstruo, un psicópata con el que no se puede empatizar. En épocas en que se suele retratar una versión glamorosa de la vida narco, nunca está de más, una producción que ubique a alguien como Gaviria en el casillero que le corresponde: el de un ser despreciable, asesino despiadado muy alejado de cualquier signo de humanidad.