Ozzy: Rápido y peludo

Crítica de Luly Calbosa - Loco x el Cine

Ozzy, rápido y peludo es una película de animación con tinte de comedia ligera, dirigida por la dupla Alberto Rodríguez y Nacho La casa, destinada para todo amante perruno pese a su específico recorte inicial de público infantil que, con el correr de los minutos, seguirá atentamente el ritmo aventurero. La trama narrativamente gira en torno a cómo la vida perfecta del perro Ozzy se transforma en un calvario cuando sus dueños viajan por un mes a una convención animé en Japón y lo dejan al cuidado de un hogar canino que aunque luce como un lujoso spa en un comercial televisivo, esconde detrás del fetiche publicitario un fraude que cambiará sus vidas a un giro de 360 grados apenas Ozzy ponga una pata adentro.

A grandes rasgos, la premisa centra su génesis en develar el lado oscuro del emblemático Hotel-Spa canino Blue Creek y el relato pivotea en dos ejes. Por un lado, muestra cómo el spa deviene en una cárcel y denuncia el maltrato animal del que Ozzy, sin justa causa, será rehén. Este beagle encantador al que su guionista define como rápido y peludo tiene una clara misión: No rendirse jamás. Sin embargo, a sabiendas el consentido integrante del clan se ha criado en el ceno de la familia Martin constituida por el matrimonio de Susan y Ted, dos artistas que tienen adoración por su mascota, a punto tal que basan las tiras de sus cómics en la entrañable relación del can y su hija Paula. Ozzy deberá encontrar el valor de superar la separación de su familia y sociabilizar con sus pares caninos, los parlanchines Fronky, Chrester y Doc, para convertirse en aliado de la manada e influenciarlos a planificar el escape y regresar a sus hogares… ¿Será capaz de transformar su tristeza en fuerza y coraje para librarse de su presente? Esta incógnita será el puntapié inicial para que el espectador empatice con los encantadores personajes de diversa raza y carácter que conforman el team: Ozzy caprichoso, alegre e inteligente; Fronky perseverante, jamás dará por perdida una batalla; Doc es dueño de una filosofía de vida hippie y transmite armonía junto a Chrester que, por ser el mayor, aporta sabiduría. Este cuarteto enfrentará a Deckler (la autoridad, militante, de Blue Creek) y al pequeño chihuahua Vito que, irónicamente, lidera la mafia circundante.

Por otro lado, fiel al estilo de los cortometrajes españoles en formato 3D que estila realizar Rodríguez, la puesta en escena, falsacionista, tiene como finalidad desenmascarar el mensaje. Así la figura perruna representa los prisioneros, rehenes del trabajo esclavo, en una fábrica que produce juguetes para perros y predica la metodología fordista. En este marco, al estilo George Orwell -cual ojo que todo lo ve- éstos serán vigilados por perros adiestrados, cual policía, para castigar al que desobedece el orden establecido y premiar a quien acate la ley. Es así como intrínsecamente la visión del relato que en un principio aparenta la trillada saga Beethowen, de Brian Levant y sus derivados, se aleja de este clásico y se alista a la frialdad de Disney en El Rey León (1994). En síntesis, el guión es correcto y denota las claras influencias en materia estilística y artística de las películas El Gran Escape (1963) y Fuga de Alcatraz (1979) cuando establece semióticamente el concepto del mensaje detrás del mensaje; un híbrido entre el reino animal y humano donde ambos universos son fuertemente atravesados por mensajes subliminales, como por ejemplo: la inutilidad de los tiempos muertos, el concepto de ser dueño y la impotencia de la esclavitud de un sistema encadenado a la ley del más fuerte.

Párrafo aparte para la producción que con un presupuesto de 8 millones de euros realizó un éxito en taquilla española; la artística que logró animaciones convincentes y acentuó los ejes plasmados mediante la mixtura de luz y color que dan impronta al vecindario de los Martins y la prisión Blue Creek; y la banda sonora compuesta por Fernando Velázquez (El orfanato, Un monstruo viene a verme) que da ritmo al relato con música acorde.

Sin más preámbulos, Ozzy deja su huella. La dupla Rodríguez-La casa lo convierten en ícono y foto del valor de la amistad, amor y fidelidad. A su vez, este lindo telón de fondo remarca la necesidad de dejar el pasado atrás y enfrentar la realidad para crecer. Partiendo del proceso de liberación, adaptación, aceptación y superación del ser que, en ocasiones, puede ser más llevadero con una mascota aliada. En definitiva ellos son los verdaderos amigos, fieles, que con tan sólo un gesto reconfortan el alma; ayudan a afrontar los problemas y confiar en uno mismo.