Oz: el poderoso

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El mesías de la magia

Del encanto de “El mago de Oz” a una película de la industria hollywoodense, que se suma al boom del fenómeno del 3 D. Ese es el recorrido que hace “Oz, el poderoso” para llegar a las pantallas de cine. Sin embargo, la astucia de un director como Sam Raimi sirvió para que esta producción de Disney se salve de ser una del montón. Presentada como la precuela del filme de Víctor Fleming de 1939, sólo algunos guiños bastaron para conectar con aquella historia. Aquí se cuenta del derrotero de un ilusionista de poca monta, Oscar Diggs, quien en los circos ambulantes de Kansas se hace llamar Oz. Su vida irá de fracaso en fracaso, excepto en el amor, hasta que se ve obligado a huir en globo antes de que lo golpeen. De pronto, un tornado lo depositará en un universo colorido y de fantasía. Esta primera parte de la película es en blanco y negro y en el viejo formato de la pantalla cuadrada, en clara alusión a la aventura de Dorothy, que la tenía a Judy Garland como protagonista. Aquí no habrá ni hombre de hojalata, ni león cobarde y tampoco el espantapájaros que quería un cerebro, pero sí hay un camino amarillo y una Ciudad Esmeralda. Hasta allí deberá llegar Oz para convertirse en una suerte de mesías y cumplir la profecía de salvar a una atípica población de la amenaza de la malvada bruja, en otro guiño a la bruja verde de la versión original. En rigor, aquí son tres las brujas protagonistas (Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams), quienes jugarán a favor y en contra de un ambicioso Oz, bien interpretado por James Franco. La muñeca de porcelana y el mono alado le agregan calidez y ternura a esta propuesta que, sobre el final, le hace un merecido homenaje a los orígenes del cine.