Ouija: el origen del mal

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

La excepción a la regla

Ouija, El Origen del Mal es una interesante propuesta que no intenta emular lo que se mostró en la precuela, salvo la historia de la malévola tabla, las hermanas y la madre que, a diferencia de la anterior entrega, aquí están vivas.

Suele decirse que "las segundas partes nunca son buenas”, y aunque hay excepciones, la máxima existe, porque generalmente la idea es seguir usufructuando con algo que dio resultado. Sin embargo, Ouija. El Origen del Mal nos pone en una dicotomía, porque a pesar de basarse en Ouija, estrenada en 2014, en primer lugar es una precuela, en segundo lugar no sería del todo cierto que se trata de continuar un éxito, ya que resultó todo un fiasco en taquilla y, cinematográficamente hablando, en realidad es un producto más decente que el filme original.

Todo comienza en 1967, en la ciudad de Los Ángeles, en donde Alice (Elizabeth Reaser) una viuda con dos hijas y graves problemas económicos, juega a ser médium y dice contactar espíritus que en realidad encarnan sus pequeñas, Paulina (Annalise Basso) y Doris (Lulu Wilson) con algunos juegos mentales/estafas, pero según la madre, todo es con el fin de ayudar a la gente a elaborar su duelo.

Las cosas cambian cuando Alice compra una tabla Ouija, un juego en ese entonces novedoso, y con la pequeña Doris como herramienta, lo sobrenatural sucede verdaderamente: contactan a un espíritu que se presenta como su padre, y las calma, aunque luego se darán cuenta de que es una entidad peligrosa la que las vigila y acosa, poseyendo a su hija más pequeña y buscando destruir su familia.

Razones para verla

La idea de viajar hasta “donde inició el mal” fue utilizada en varias ocasiones, pero en esta producción resuena un aire familiar a la saga El Conjuro (que ya cuenta con dos partes con grandes resultados en el género). A su favor, es más divertido ver un largometraje sin tanto uso de tecnología que obliga a tomar caminos diferentes en el argumento, y en contra se podría decir que la comparación no la deja bien parada.

En el elemento fundamental del terror, cumple provocando sustos y sobresaltos, a pesar de estar prevenido por el silencio o las pistas que entrega la escena, aunque el grave problema es el innecesario corte y fundido de las escenas más terroríficas, de las que podría haber surgido algo más interesante de haberlas continuado.

De todas formas, esta es una interesante propuesta que ni siquiera intenta emular lo que se mostró en la primera parte (afortunadamente), salvo la historia de la malévola tabla, las hermanas y la madre que, a diferencia de la anterior entrega, aquí están vivas.