Otros silencios

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Despareja pero con una actriz atrapante

Tiene su interés esta seca historia donde alguien cruza el mundo hasta dar con el asesino de su familia. Recuerda uno de esos viejos westerns de Budd Boeticher con Randolph Scott donde todo era piedra: el suelo, las almas, los rostros, todo. Sólo que en este caso la acción transcurre en estos tiempos, en el desierto puneño, y quien cruzó el mundo desde la helada Toronto hasta la Quiaca para ejercer su venganza no es un curtido cowboy, sino una mujer, también curtida. Sirvió a la mafia, cambió por amor, se hizo policía, creó una familia. Y cuando menos lo imaginaba, se la mataron.

Por cierto, aquellas antiguas historias daban pocos datos, pero bien claros y precisos. La que ahora vemos también da pocos datos, de a poco, pero no todos nos convencen. Por detalles como esos uno puede sentirse alejado del cuento. Pero no podrá alejarse de la expresión cada vez más intensa de la mujer, fuerte y a la vez paradójicamente frágil, con una angustia que todavía no revienta sólo porque primero debe hallar al asesino y apretar el gatillo.

A su paso se asoman las mujeres con sus niños. Unas, para ver qué son esos tiros y esos gritos de tipos heridos que ella deja por el camino. Otras, simplemente porque están haciendo su vida, y ella ahí es una extraña. Una mujer sin niño, y sin tiempo. Uno de sus escasos paréntesis en la búsqueda del asesino será para presenciar el entierro de una coyita. Le llama la atención la dulce calma del hombre que despide a su pequeña hija. El canta suavemente el «Rin del angelito», de Violeta Parra. Las primeras estrofas, claro. La situación es medio inverosímil, pero sirve a la idea que el autor quiere sugerirnos. Hay también clichés, casualidades, arbitrariedades que desnivelan el libreto, y una resolución apresurada y algo forzada. No importa. El rostro de ella nos atrapa.

Marie Josée Croze es la actriz. La vimos hace poco en el drama francés «Yo la amaba». Excelente. Santiago Amigorena es el director. Porteño residente en Paris, buen tiempo marido de Juliette Binoche, autor de la pretenciosa y confusa «Algunos días en septiembre». La de ahora es un poco mejor. Ignacio Rogers como el asesino joven, y Lucio Bonelli director de fotografía, encabezan los créditos locales.