Otros silencios

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Las dos caras de un continente

Drama, con eje policial, que se muda desde Toronto a zonas marginales argentinas.

Otros silencios , de Santiago Amigorena, periodista, escritor y cineasta argentino radicado desde hace casi 40 años en Francia, comienza como un thriller ambientado en Toronto. En las primeras secuencias vemos a Mary (la solvente Marie-Josée Croze), una policía canadiense cuyo marido e hijo son asesinados a sangre fría. Desesperada, averigua -con una facilidad que demuestra que lo policial no será el eje del filme- que el asesino es un narcotraficante argentino (Ignacio Rogers), detenido por ella tiempo antes.

La acción, narrada lacónicamente, desde el punto de vista de Mary, salta a una zona marginal de Buenos Aires y desde ahí al norte argentino, frontera con Bolivia, donde la protagonista seguirá los pasos del criminal. En este tour de force veremos, en un mismo personaje, a una mujer agobiada por el dolor, en un ambiente que le resulta extraño; a una policía violenta, sin nada que perder; y a una ciudadana del mundo desarrollado -con un pasado difícil- que intenta comprender a los que viven en la marginalidad y la pobreza.

En Toronto, un superior le había dicho: “Tiene que haber sido algún sudaca o un ruso de mierda”. Al conocer el entorno del asesino, en el interior de Mary lucharán la sed de venganza contra cierta “piedad” por el subdesarrollo. Pero el principal problema de este drama íntimo y a la vez social es su falta de verosimilitud. Ni siquiera la presencia de buenos actores nacionales, como Ailín Salas, Martina Juncadella y Oski Guzmán, mitigan la falta de credibilidad de varias escenas.