Operación Ultra

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Mucho porro y poca chispa

Proyecto Ultra tiene un cast extraordinario y una historia atractiva, pero su director no logra construir una película a la altura de sus ambiciones.

Uno de los grandes estrenos de este año fue Kingsman: El servicio secreto, una película que podría resumirse como “James Bond en versión comedia”, cuyas virtudes pasan, sencillamente, por estar repleta de ideas visuales que logran el objetivo constante de asombrar. Proyecto Ultra participa de esa especie de subgénero de comedia de espías, con el plus de un cast extraordinario, pero carece por completo de ideas que rellenen esa estructura. Claro: Nima Nourizadeh no es Matthew Vaughn.

Hace tres años se estrenó Proyecto X, la primera película del inglés Nourizadeh. Igual que ocurre con Proyecto Ultra, esa ópera prima tenía ecos de otras películas pero carecía de ideas, con el agravante de que echaba mano al recurso del found footage. Como se puede ver en su segunda película, ese recurso ocultaba la incapacidad de Nourizadeh para llevar adelante un relato con chispa y sin trucos.

Pero vamos a Proyecto Ultra. Mike Howell (Jesse Eisenberg) es un fumón fracasado y con problemas psiquiátricos que vive con su novia Phoebe Larson (Kristen Stewart), pero en realidad es producto de un experimento de la CIA: él no lo sabe, pero fue programado para matar. El agente Adrian Yates (Topher Grace) decide acabar con el experimento, es decir, asesinarlo, pero su rival Victoria Lasseter (Connie Britton) quiere impedirlo. Para eso, “activa” a Mike, que sin saber por qué de pronto es capaz de pelear y manejar armas y descubre que su novia no es sólo su novia: también es una agente asignada para vigilarlo.

Además de Grace y Britton andan por ahí Walton Goggins, John Leguizamo, Bill Pullman y Tony Hale, un verdadero seleccionado de actores que no sólo son excelentes sino que además portan esa característica un poco difusa pero incuestionable que es la de ser cool.

Es que Proyecto Ultra tiene pretensiones de cool, como otras películas de las que bebe Nourizadeh: es el caso de la propia Kingsman y de Supercool, modelo principal de Proyecto X. Pero, a diferencia de ellas, no lo es. Es que para eso no alcanza con diagramar un guión de modelo cool sentado en una mesa, hay que tener talento o, al menos, sensibilidad y gusto para construir el relato con escenas atractivas y diferentes.

El desaprovechamiento de tipos como Tony Hale -Buster en Arrested Development y Gary en Veep- o Walton Goggins -Shane en The Shield y Boyd Crowder en Justified- es apenas uno de los problemas que tiene Proyecto Ultra, quizás el más molesto y notorio, pero que son producto del problema principal: la falta de ideas y la confianza excesiva en los elementos sueltos, en el esqueleto.

Basta compararla con Kingsman o incluso con El agente de C.I.P.O.L., que si bien no es estrictamente una comedia, tiene un tono juguetón que la hace sexy e irresistible. Proyecto Ultra, al lado de ellas, es convencional y anodina.

Hay que decir, para ser honestos, que no todo está tan mal: Proyecto Ultra es una película decente, con una historia atractiva, ritmo firme y alguna que otra escena sugerente. Además está Kristen Stewart. Pero es imposible no verla añorando lo que no fue, percibiendo que la ambición de Nourizadeh no quedó plasmada en la película.

Este director inglés de ascendencia iraní proviene del mundo de los videoclips -trabajó con Franz Ferdinand, Hot Chip y Lily Allen, por ejemplo- y tiene un problema: conserva de ese mundo la pretensión cool pero no las herramientas para consumarla.