Operación Red Sparrow

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

DE RUSIA CON DOLOR

JLaw se la juega por una historia de espías bastante truculenta.
El género de espionaje nunca parece agotarse, ya sean películas de época, adaptaciones varias o historias ambientadas en la actualidad donde los agentes secretos siguen teniendo cabida.

Jennifer Lawrence vuelve a juntarse con el director Francis Lawrence (no, no hay ningún parentesco), responsable de las últimas entregas de “Los Juegos del Hambre” (The Hunger Games), para una empresa muy diferente, y mucho más subidita de tono, que nos lleva a la Rusia de hoy en día donde todavía creen que la Guerra Fría no llegó a su fin.

En “Operación Red Sparrow” (Red Sparrow, 2018), basada en la novela homónima de Jason Matthews, JLaw se pone en la piel de Dominika Egorova, bailarina del Bolshói que trata de mantenerse alejada de los problemas y hacer hasta lo imposible para cuidar de su madre enferma. Todo se le complica cuando ya no puede bailar, y la única forma de mantener su hogar y seguir con el tratamiento de su madre es aceptar una propuesta de su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), jefe de inteligencia ruso que quiere acercarse a uno de sus enemigos.

La idea es utilizar los poderes de seducción de la chica, pero algo sale mal y ahora Dominika debe convertirse en sparrow –agentes especiales entrenados, justamente, para seducir y otras cosas-, y así evitar una muerte segura por haber atestiguado algo que no debía.

El entrenamiento es duro y humillante, pero al final Dominika logra sobrevivir y aceptar su primera misión: viajar a Londres e interceptar al agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton), ganarse su confianza y descubrir quién es el doble agente que filtra información desde Rusia, cuyo nombre es el secreto mejor guardado del norteamericano.

Lo que sigue es un juego de ida y vuelta, todos conocen las verdaderas identidades del otro y, justamente, van a utilizar esta ventaja para lograr sus objetivos. Dominika, por su parte, quiere mantenerse con vida y hará lo que sea necesario; mientras que Nash debe proteger a su hombre, y si es posible, convencer a la chica para que se sume a su bando.

El argumento que propone “Operación Red Sparrow” no es nada nuevo y se relaciona directamente con las películas más clásicas del género, llenas de intriga, traiciones, mucha acción y aventura a través de diferentes locaciones. No es diferente a la trama de cualquiera de las entregas de James Bond más modernas, “Misión Imposible”, o Jason Bourne; pero su acento está puesto en Egorova como arma secreta, cuyo cuerpo (¿y sumemos inteligencia?) es el medio para lograr sus objetivos y los del estado.

Cuesta asimilar una película como esta en épocas del #MeToo, #NiUnaMenos y Time’s Up porque, a diferencia de “Atómica” (Atomic Blonde, 2017), por ejemplo, no es tan claro el empoderamiento de su protagonista, sobre todo cuando atraviesa todo tipo de sufrimientos, humillaciones y todos los ultrajes que se les ocurran. Hay poco disfrute cuando el personaje principal debe someterse a violaciones, torturas, violencia física y psicológica… y no olvidemos que está obligada a participar de estas misiones, ya que la alternativa es su muerte y la de sus seres queridos.

El realizador y el guionista Justin Haythe plantean una Rusia súper patriota de mentalidad retrasada, donde los norteamericanos vienen a ser los enemigos del pueblo, o los salvadores liberales para aquellos que no comparten ideología. Todo es extremo, sin muchos matices, pero recargado de golpes de efecto cuando se trata de mostrar la vulnerabilidad (o los desnudos) de la protagonista. Eso sí, no esperen ni a un solo ruso hablando en ruso, ya que esta es una historia hollywoodense donde todos se comunican en inglés (¿?), esbozando marcados acentos que, de tanto en tanto a lo largo de la película, se olvidan de impostar. Entendemos que es parte del “negocio”, pero rompe constantemente el artificio y el universo que intenta construir el film.

Este es uno de los tantos detalles que nos alejan de una narración, de por sí, demasiado recargada de personajes superfluos y actores desperdiciados como Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Jeremy Irons y Ciaran Hinds; y diferentes tramas y subtramas, más concentradas en la sensualidad y la exposición, que la acción y el misterio que trata de develar.

Ojo, los dos personajes principales están bien delineados, con sus motivaciones, habilidades y espíritu de supervivencia. Acá no hay agentes tontos, sino todo lo contrario, todos parecen estar un paso delante de sus enemigos, lo que contrasta con ese desenlace bastante predecible dentro de un género que parece no tener muchas alternativas de donde elegir, al fin y al cabo.

En definitiva, lo más importante de “Operación Red Sparrow” no es su trama, por momentos ganchera y por momentos tediosa (son dos horas y veinte que se notan). Todo parece reducirse al riesgo que toma, principalmente Jennifer Lawrence, ya que es la cara (y el cuerpo) más expuesta. Podemos aplaudir su valentía, y la de los realizadores para contar una historia más cruda que se corre de la simple súper acción, pero no el simple hecho de que se convierta en excusa para toda la película.

La Rusia que decide mostrar Francis Lawrence es decadente, tanto o más que sus militantes más extremistas. El subtexto social y político se pierde en demagogia (y en el contraste con los Estados Unidos), así que sólo nos queda el thriller y el suspenso que, en definitiva, también fallan si sólo se concentran en las características físicas de su protagonista femenina. Valoramos el esfuerzo JLaw, pero no era necesario exponerse a tanto si, al final, del otro lado sólo queda un vacío argumental e imágenes truculentas que no todos van a poder soportar.

LO MEJOR:

- El riesgo de contar una historia más jugada.

- Que JLaw le ponga el cuerpo (literalmente) a la situación.

- Que el género de espionaje no pierde vigencia.

LO PEOR:

- Estamos en Rusia y nadie habla en ruso, ¿en serio?

- Que la forma sea más importante que el contenido.