Operación Overlord

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

La producción de J.J. Abrams que despierta expectativas como un rey Midas que transforma en oro todo lo que toca. Aquí construye una acción de guerra, un día antes del desembarco de tropas del día “D”, que sellará el destino de la contienda. Y ubica a un grupo de esforzados soldados norteamericanos tras las líneas enemigas para eliminar una torre de radio ubicada en la torre de una iglesia. Esa es su misión, pero las cosas se complican y van hacia el terror, la violencia extrema ejercida por los “malditos” nazis capaces de crear monstruosos soldados para los 1000 años de poder con los que soñaba Hitler. El film comienza con una secuencia impresionante desde el interior de un avión con soldados que deberán lanzarse en paracaídas. Son muchos minutos de acción frenética impactante entre bombardeos, aviones destruidos y un caos que casi destruye el plan inicial. Quedaran un puñado de soldados: el que será la conciencia moral del film (Jovan Adepo) que se arriesga por salvar a sus amigos, que descubre los horribles experimentos que realizan los nazis en esa iglesia-laboratorio y el experto en explosivo que es el jefe (Wyatt Russel, el hijo de Kurt), el macho alfa del grupo que primero solo quiere cumplir su misión y después, como todos los demás esa noche, se transformará en héroe. Patriotismo sin matices, de buenísimos y horribles en una contienda de videojuego que le debe ideas como el famoso Wolfenstein. Y algunas ideas “homenajeadas” de “Gloriosos bastardos” sin su ironía obviamente, o una imagen de la Ripley de Alien con un lanzallamas potente. En definitiva la brochote se arma con escenas impresionantes del desembarco, un intermedio en la casa de una chica francesa que cobija al comando, donde juegan los buenos sentimientos, el hermanito adorable y una tía horriblemente quemada por los experimentos. Y por fin un final a todo terror, con monstruos y una violencia desatada, sangrienta como pocas veces se vio, terrible, entre villanos superpoderosos y desfigurados. Un coctel para pasar dos horas con pochochos y emociones fuertes.