Omisión

Crítica de Maria Marta Sosa - Leer Cine

LA GRACIA CARA

Un concepto del pastor y teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, de su obra El precio de la gracia, sirve de título para esta nota sobre Omisión (2013), película del realizador argentino Marcelo Páez Cubells. La asociación se justifica por analogía: Bonhoeffer ejerció como pastor y teólogo, pertenecía a la iglesia confesante alemana, su pensamiento y acciones han sido importantes para la teología contemporánea, su vida de coherencia y seguimiento lo llevó al encarcelamiento en 1943 y a morir ejecutado en 1945 por oponerse activamente a Hitler. Su importancia histórica le valió Agente de gracia (Bonhoeffer: Agent of Grace 2000) un film de Eric Till coproducido por Canadá, Alemania y Estados Unidos, inspirado en su biografía, que merecería ser visto para dialogar con Omisión.

En Omisión el padre Murray (Gonzalo Heredia) aparece como si estuviera preso de sus decisiones. Él consagró su vida a Cristo con el sacerdocio pero la manera en la que vive su entrega tiene características que coinciden con una mirada casi luterana de la gracia, es decir un punto de vista en donde el hombre por sí mismo no puede hacer nada para divinizarse. En una escena situada en el nudo del relato, Murray persigue a un penitente que le ha confesado asesinatos, quiere entrar a una casa en la que presume que su penitente va a matar a alguien. Como si fuera prisionero de una cárcel, se agarra de los barrotes de la reja de una ventana y su cuerpo adopta esa gestualidad harto vista en el cine de ir y venir tomado de los barrotes, como si la fuerza ejercida sobre ellos fuera a abrirlos para poder pasar y liberarse. Ese plano medio muestra su sensación para con el ministerio (sacerdocio) que debe ejercer y aquí tiene lugar la relación con el otro pastor alemán.

Murray cae en lo que el otro pastor llama la gracia barata. La gracia es el don que Dios hace de sí mismo y el efecto de ese don en el hombre. Es una relación, un encuentro, una ruptura de espacios estancos en los que lo divino y humano permanecerían incomunicados. Ese compartimento estanco está representado en Omisión por el confesionario. Allí acude el penitente para que el sacerdote oficie de médico no de juez, médico en el sentido de que ayude a sanar ese vínculo dialogal que se ha roto, para que lo guíe hacia la ruptura del compromiso con la situación del mal, haciendo que se descentre de sí mismo y se libere de lo que lo esclaviza. Todo esto no lo cumple Murray, ya que él está ensimismado, olvida que los pecados no se le confiesan a él como hombre (sino a toda la comunidad-iglesia a Dios) y ejerce como juez. Murray se mueve en la lógica de la gracia barata ya que olvida que el seguimiento sin Jesucristo la elección personal de un camino, se vuelve algo ideal, quizá martirial, pero un camino que carece de promesa. La llamada al seguimiento debería crear una existencia nueva (gracia cara), si es encaminada al martirio que sea haciendo honor a lo que la palabra misma significa: testigo. Que la muerte sea la del hombre viejo, dando paso al hombre nuevo, pero no una instancia que clausure el ser y no lo catapulte a una eternidad en esplendor.