Omisión

Crítica de Adrián Cañete - Cinematiko

Suele decirse del cine argentino que no tiene cine de género. Esta definición cinéfila, “cine de género”, se ha reducido, en la práctica, a policiales, thrillers, películas bien intensas. El gran problema es la entrelínea, la connotación de la sentencia: policiales, thrillers, películas bien intensas… a la americana. Omisión tiene algo de eso y es en esa propia concepción donde surgen los problemas que jamás podrá resolver: Carlos Belloso es un tradicional serial killer del cine yanqui, de esos que, gracias al Barba, no hay demasiados por estas pampas.

No habría problema. Al fin y al cabo se trata de fantasía, sin ancla que lo una a sitio alguno. Pero el director Marcelo Páez Cubells entremezcla en la película un contexto social bien argento. Barrios humildes, fulbito, deudas con dealers, el kioskito de los amigos e iglesias villeras restringen el mundo de Omisión a una ineludible Argentina. Más preciso aún: a Buenos Aires, por el modo de hablar de los personajes. Al importar problemáticas foráneas a los barrios porteños o bonaerenses, surge una falla incorregible: la combinación entre las historias de un galán porteño devenido a cura (Gonzalo Heredia) y un fanático religioso que asesina y deja pistas de cuales serán sus próximas víctimas no cierra nunca: el verosimil se vuelve imposible y arrastra diálogos, escenas y hasta un brevísimo desnudo que raya con lo ridículo.

Aun con sus deudas, la película tiene sus puntos destacables. La trabajada estética, que recuerda a las tiras televisivas de suspenso de comienzos de década; la interpretación de un elenco con oficio; la temática religiosa que siempre garpa y le da seriedad al asunto; incluso la sobreestetizada puesta de títulos y primeros minutos es interesante (puede gustar o no, pero tiene un desarrollo trabajado).

Hay algo que falló y es anterior al hecho artístico. El error quizá se halla allí donde nace toda obra: en la motivación que genera que un artista quiera desarrollar un hecho narrativo. Porque la historia de un sencillo asesino más, habiendo tantas y tan bien filmadas, no tendría mucho sentido por sí sola. Qué es lo que quiere decir con su trabajo es un paso que todavía debe resolver Paez Cubells, quien demostró su pericia para dirigir actores y manejar con oficio la cámara y los criterios de edición. Pero las ideas a decir no son poco. No pueden faltar.