Omar

Crítica de Verónica Stewart - A Sala Llena

Lo humano por sobre lo político.

Todos los días de su vida, Omar salta una pared. La escala con una cuerda y cae con la elegancia de quien hace de este ejercicio su rutina. A veces, recibe algún que otro disparo de la policía, pero siempre logra esquivarlo con la destreza de quien vive con la amenaza a flor de piel, con el miedo a sus espaldas. Lo que es una escena épica para abrir Omar, la última película del director palestino Hany Abu-Assad, ilustra, en realidad, la cotidianidad de muchos en los territorios ocupados de Palestina. Es en este mundo de huidas constantes, tiroteos azarosos y prepotencia policial en el que se desarrolla la historia de Omar y sus dos amigos de la infancia, Tarek y Amjad. Cansados de vivir bajo la ocupación de Israel, los tres amigos idean un plan para matar a un soldado israelí. Una vez cometido el asesinato, deberán enfrentarse a las consecuencias, tanto militares como sociales, que un acto de tal rebeldía conlleva.

Ahora bien, sería muy sencillo encerrarse en los conflictos de Palestina e Israel y construir toda una película en base a ellos. El resultado sería probablemente una obra adrenalínica e interesante, pero sería también muy similar a lo que podría relatar un noticiero. Es por eso que Abu-Assad elige hacer algo completamente diferente en Omar. La película tiene acción, seguro, y presenta un conflicto político desde ya polémico y actual, pero lo más interesante aquí es todo lo que ocurre al margen de eso.

Y es que uno no puede evitar compadecerse por Omar cuando descubre que está perdidamente enamorado de Nadia, la hermana de Tarek, y quien también atrae a Amjad. El triángulo amoroso que surgirá a partir de esta situación no tiene nada que envidiarle a la telenovela más enroscada, y la construcción de personajes es sublime y mucho más profunda a la que suele encontrarse en películas de acción de este estilo.

Sucede que Omar es un joven como cualquier otro: un hombre que siente celos y tristeza, amor, odio y todo lo que hay en el medio. Es aquí donde el espectador encuentra puntos de identificación con los personajes, y donde yace la genialidad de Abu-Assad: en vez de caer en la tentación de hacer una película meramente política, decide contar una historia que es, por sobre todas las cosas, humana. Por supuesto que el contexto define en gran parte a los personajes de cualquier narrativa, pero aquí son los personajes los que nos revelan su contexto mediante lo que deciden hacer con él y no el contexto el que convierte a los personajes en estereotipos planos y aburridos. Con un ritmo perfecto que mantendrá al espectador al borde del asiento sin construir niveles de peligro irreales y demasiado dramáticos (como hace Hollywood en tantas ocasiones), Omar baila en la fina línea entre lo universal y lo personal con una elegancia maravillosa. Acompañada de grandes actuaciones (especialmente la de Samer Bisharat), la historia despertará reflexiones no solo políticas y sociales, sino también personales, haciendo de esta una película completa y profunda en su totalidad.