Oculus

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

La chica joven, bonita, valiente y un poco confundida mira el espejo y nota algo raro en él: algunas imágenes están cambiadas, envueltas en un oscuro halo misterioso. El fantasma de Lewis Carroll merodea sin aparecer en cámara mientras que Alicia no se asoma a través del espejo. No hay fábula ni un desborde de imaginación sino que hay, apenas, una repetida fórmula del género terror.

Esto último no es de por sí algo malo, si la técnica y el talento del director acompañan: ahí está James Wan para demostrarlo en cada revisión que puede hacérsele a El Conjuro, una película que maneja temas similares en cuanto a lo siniestro pero que, a diference de ésta, funciona.

La historia comienza con una familia que un mal día, junto con el nuevo hogar al que se muda, hereda un espejo de esos que nadie quisiera tener en su pared colgado, pero que aparentemente si viene "de regalo" debe quedar allí por algún motivo desconocido. Pronto descubrirán que, ¡oh! ¡sorpresa!, el espejo está maldito y hubiese sido una mejor idea regalarlo o subirlo a un flete con rumbo desconocido. Las apariciones fantasmales no tardan en aparecer, ocurre una retorcida tragedia, y la familia se separa. Esta línea argumental queda en el pasado, y varios años después el hilo narrativo retoma desde flashbacks que van y vienen, cambiando de contextos constantemente y quebrando así su propio ritmo.

Nadie puede negar el pulso del director Mike Flanagan para manejar ciertos pasajes verdaderamente aterradores. La manera en que el realizador presenta a los demonios (internos y externos por igual) comprende un gran suspenso y delínea pasajes momentos súmamente tétricos. Sin embargo, al igual que con su anterior film Absentia, algo crucial falla que hace que la totalidad de la película se desmorone: la dirección de actores o, yendo más lejos aún, el casting. Los jóvenes acechados por mil demonios intentan ser más inteligentes que sus colegas de otros folletines de terror, pero no sólo no lo logran sino que, por el contrario, siendo conscientes del peligro que esconde cada escena, terminan enfrentándose a su estupidez cuando los múltiples clichés los acosan por todos lados. Cuando quieren parar el proyector y salir de la película de terror, ya es demasiado tarde. El destino está escrito, redundante, obvio y más que cantado. Como suele suceder cuando se sigue un género al pie de la letra.