Ocio

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Los tiempos muertos (o de cómo filmar la abulia)

Ocio (2010) sigue el abúlico estilo narrativo de los anteriores films de Juan Villegas (Sábado, Los suicidas), aunque este no sea un trabajo en solitario sino que está codirigido junto al periodista Alejandro Lingenti. A pesar de la interesante construcción de los personajes, la versión cinematográfica del libro homónimo de Fabián Casas deja más dudas que certezas.

En Ocio se sigue la pasiva vida de un muchacho (Nahuel Viale) tras la muerte de su madre y como éste hecho aleatorio va a ir provocando rupturas en su ámbito familiar, motivo que servirá para afianzar los lazos entre sus supuestos amigos.

El relato cinematográfico se cimienta a partir de una historia común en la que van a suceder un sinfín de hechos, pero mostrados a través de tiempos muertos en los que pareciera que nada aconteciera. Todo esto se suma a una serie de situaciones no resueltas con claridad que apelan de manera errática a la ambigüedad interpretativa por parte del espectador, dejando varios cabos sin resolver dentro de la propia historia.

Actoralmente todo el peso está puesto en Nahuel Viale (Glue, Antes, La Sangre Brota) que una vez más demuestra que es uno de los actores de la nueva camada con un futuro interesante y al que ya le llegó la hora del reconocimiento. Su trabajo demuestra, una vez más, que su sola presencia puede ser determinante para salvar una película insalvable y otorgarle algún mérito.

Más allá de una notable forma para presentarnos personajes creíbles y bien determinados, y de la creación de climas en dónde a pesar de no suceder nada se logra tensión, Ocio nos presenta más de lo mismo. Un cine en dónde la abulia de los personajes se termina apoderando de la propia historia, haciendo que se termine por naufragar en un mar vacío de palabras y de bonitas imágenes.