Oblivion: El tiempo del olvido

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

"¿Is it safe?"
(Christian Szell, Marathon Man, 1976)

Looper y, en menor medida Prometheus, supusieron un jugoso vistazo hacia lo que estaba por venir, un 2013 que llegaría cargado de ciencia ficción, con propuestas originales de alto calibre en continuado como no se veían desde hacía décadas. Este año marcará un punto de quiebre para el género, es una nueva época en la que convergirán destacados realizadores detrás de una variedad de proyectos que tienen en sus manos la posibilidad de dar vida nueva a un sci-fi necesitado de aire. Pacific Rim, Star Trek Into Darkness, Elysium, After Earth, Gravity, Europa Report, Ender's Game y más adelante Interstellar, RoboCop, All You Need is Kill y, sobre todo, una nueva trilogía de Star Wars, muestran que este tipo de cine ha vuelto y con la contundencia propia de aquellos eventos que abren otro período en la historia cinematográfica. El futuro llegó hace rato. La tecnología avanzó al punto de poder hacer cualquier cosa delante de cámaras. Ni el cielo es el límite. Y Oblivion sería la prueba de esto.

Joseph Kosinski sitúa a los protagonistas de su nuevo film, el cual está basado en una novela gráfica que él mismo escribió, por encima de las nubes. Estas, al igual que todo lo que se ve en pantalla, se sienten en extremo reales. Es que, como bien se ocupó de señalar Tom Cruise en todas las entrevistas que le realizaron en medios argentinos, el equipo técnico se trasladó a un volcán en Maui para filmar el cielo con todo tipo de iluminación y así luego proyectarlo. Este nivel de preocupación por el cómo se muestra la imagen en pantalla es la clase de marca personal que distingue a un realizador como el de TRON: Legacy, a la vez que señala fuertemente su alcance acotado.

Oblivion no es una gran película, pero es una digna contendiente para abrir el año. En principio es una producción irregular, con un comienzo potente que empieza a perder fuerza hacia la segunda parte para desembocar en un final que es, a la vez, correcto pero poco satisfactorio. Uno de sus problemas más graves es su larga duración, principal causa de los serios altibajos que afectan la narrativa. Es que literalmente sube y baja. Jack vuelve a su hogar por encima de las nubes, baja a la zona de conflicto, vuelve hacia el lugar donde siente que algo no está bien, desciende hacia su paraíso individual, la repetición en las acciones del protagonista demoran el concreto avance en su desarrollo personal y, con esto, el de un argumento que se enloda y pierde el dinamismo de la apertura.

Kosinski es un realizador que se concentra especialmente en lo visual. La secuela de TRON ya lo había dejado en claro y en esta oportunidad lo vuelve a hacer manifiesto. A nivel estético es una película impactante, lograda tanto desde el uso de vastas locaciones en el cielo o la tierra, hasta lo que se refiere a diseño de vestuario, armamento, ambientes y transporte. El cuidado al detalle no se percibe en la trama en sí, que está libre de complicaciones o improbables vueltas de tuerca, pero cae presa de su propia retórica al construir un ente omnisciente que controla todo desde una especie de panóptico extraterrestre, pero que casualmente hace la vista gorda siempre que la historia lo necesita. Es entonces una producción que se ve perfecta como el retrato de un futuro distópico, pero cuya historia no termina de estar a la altura de la épica que se proponía.

Tom Cruise tiene sobrados méritos como para ponerse al hombro una propuesta semejante y su interacción con Andrea Riseborough no hace más que mejorarla, poniendo en escena los elementos más dramáticos, tensos y proactivos de una película que apura el sabroso primer plato y luego se demora en servir el resto. No ayuda la presencia de Olga Kurylenko, quien no parece haber despertado nunca de su sueño Delta y no termina de ofrecer el contraste suficiente para Jack y Victoria. El guión de Kosinski, Karl Gajdusek y Michael Arndt, por otro lado, hace un trabajo descuidado a la hora de abordar al personaje de Morgan Freeman y a su ejército rebelde, que también se beneficia de la ocasional vista gorda de la tétrica Sally (Melissa Leo) y su peligroso latiguillo "¿son un equipo efectivo?".

Por las pretensiones de su director, Oblivion es una película limitada. El realizador propone un espectáculo visual pero descuida la narrativa. Tiene el presupuesto y las ideas como para que todo lo que se vea en pantalla luzca real, con un uso privilegiado de los efectos disponibles, pero alarga su segundo acto a tal punto que la historia llega debilitada a su cuestionable final. Su preocupación prioritaria por el cómo se cuenta en lugar de qué se cuenta es lo que hace que esta no sea la gran apuesta de ciencia ficción que pudo haber sido.