Nunca me abandones

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Inhumanizados en busca de un alma

Corren los años setenta. La ciencia ha conseguido erradicar gran parte de las enfermedades y la humanidad transita hacia el próximo milenio con una expectativa de vida superior a los 100 años. Hailsham es un colegio de pupilos británico donde se alojan niños muy especiales. Allí, su directora y maestros siguen a rajatabla una línea de pensamiento y conducta que procuran transmitir a estos niños, literalmente aislados del mundo real, inmersos en una rutina que incluye pulseras electrónicas para controlar sus movimientos. Entre esos niños crecen Kathy (Carey Mulligan), Tommy (Andrew Garfield) y Ruth (Keira Knightley), jugando y estudiando a la par que practican algunas costumbres que les permitirán relacionarse con otras personas cuando dejen el colegio.
Pero la realidad que les aguarda extramuros es tan dura e inimaginable para estos niños que hace falta una maestra especialmente sensible (Sally Hawkins) para comunicárselas, rompiendo todas las reglas del colegio. Cuando el por qué de sus existencias es revelado a los niños de Hailsham, la vida de los tres amigos comienza un proceso de cambio doloroso, especialmente para Kathy, que es en extremo dócil a la par que autoconsciente, y jamás consigue rebelarse contra lo establecido.
Es difícil pensar el porqué de la elección de Mark Romanek (mayormente director de videos musicales y responsable de "Crónica de una obsesión" como único mérito cinematográfico), para llevar a la pantalla grande una de las más celebradas novelas de Kazuo Ishiguro ("Lo que queda del día"). No obstante, el resultado sorprende por su calidad y la delicadeza con que se van manejando los segmentos de la trama, muy fieles al libro original. Quizá la intervención del propio Ishiguro en el guión tenga que ver con esto; por lo demás, el énfasis en lo visual y el cuidado trabajo de los actores corren por cuenta de Romanek, indudablemente.
La cuestión humana (la finitud de la vida, las preocupaciones diarias y por encima de todo, la capacidad de sentir, los instintos) es abordada aquí a través del relato de Kathy H., el epítome de la persona adaptada a su medio ambiente, capaz de ignorar sus impulsos más básicos e incluso el propio instinto de supervivencia si se le dice que "así está escrito". Mediante el relato de Kathy podemos llegar a conocer a sus dos íntimos amigos de infancia, y a intuir a los demás personajes. No hace falta más que ver a través de sus ojos cómo son tratados los niños de Hailsham y de otras instituciones que se le parecen, para darse cuenta desde el primer minuto que algo no es totalmente humano en ellos. Por supuesto, quienes dicen qué es y qué no es humano son, irónicamente, las personas que pusieron a esos niños (posteriormente adolescentes y adultos) en el lugar en que están. Condicionándolos a una vida limitada en nombre de la ciencia, y por ello mismo ignorándolos como semejantes.
El epílogo de la película es de una sencillez demoledora, bastante más que una simple moraleja sobre el propósito de la existencia. Profunda, lineal y fatídica, "Nunca me abandones" es también el registro distópico de una tragedia; un drama difícil de narrar sólo con palabras y que encuentra en esta adaptación fílmica el toque necesario para alcanzar su dimensión de extraordinaria melancolía.