Nunca digas su nombre

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

En el cine de horror el contagio es una de las formas de lanzar una maldición. En La llamada todo empieza con una simple llamada telefónica, en Te sigue, por hacer el amor con la persona maldita. En este nuevo film, como dice su título, todo pasa por no decirle a nadie el nombre de la bestia. Y su nombre es el que da el título original: The Bye Bye Man.
Una parejita junto a un amigo alquilan una casona en donde un día empiezan a pasar cosas; se oyen ruidos, se cierran puertas, pero el horror no se pasa de raya. Tras una fiesta en la casa, una chica se revela como mentalista y entonces el trío la convence para sentarse en una mesa e invocar fantasmas. En un momento la chica se vuelve loca y entra a gritar, “¡no lo pienses!; ¡no lo digas!”, a lo cual Elliot, el noviecito, responde algo que leyó en el dormitorio: “¡the Bye Bye Man!”.
Y ahí se pudre todo; las luces se apagan, los muchachos empiezan a ver visiones, se golpean mutuamente, ven otros rostros y malinterpretan acciones. Están a punto de matarse. Es ahí cuando Elliot acude a la biblioteca del pueblo y descubre que hubo dos casos de asesinatos masivos a fines de los sesenta.
Elliot sabe que no debe decirle a nadie el nombre para no endilgarle la maldición, pero mientras tanto, ¿cómo lidiar con las visiones, las muertes accidentales y la aparición del monstruo encapuchado junto a su mastín infernal? ¿O deberá asesinar a todos para ahorrarles el dolor, como hace el caso original que se ve en un flashback, al inicio del film? Pese a que la trama envuelve en algunos momentos, la mediocridad de la idea y las regulares actuaciones harán que el bye bye lo diga el propio espectador.