Nueva mente

Crítica de Nicolás Ezequiel Barak - Cuatro Bastardos

Nueva mente: Las consecuencias de no pensar distinto.
Los tiempos cambian. La humanidad avanza y evoluciona, con tecnologías soñadas y con ideas nunca antes imaginadas. Pero, ¿acaso la sociedad realmente avanza tanto como parece? Esa es la pregunta que «Nueva mente» propone al espectador y que analizaremos si es suficientemente profunda para generar un cambio.
La localidad de José León Suárez es uno de los escenarios más importantes de este documental argentino que busca visibilizar lo duro que es el trabajo de la separación de residuos. Los mal llamados «cirujas» son trabajadores sin prácticamente ningún goce sindical y despreciados por una sociedad que no sabe todo lo que les debe. Desde ese lado, esta película sabe lo que quiere contar y lo que quiere generar, como un buen documental reaccionario. Su intención es demostrar, cautivar y movilizar al espectador sobre la situación actual nacional de la recolección de basura y lo importante que es no solo para la sociedad y los puestos de trabajo, sino que para el medio ambiente y la permanencia global.
Contando historias de trabajadores en una planta barrial de separación de residuos, demuestra con buena mano como hasta en los peores momentos la esperanza es lo único que se pierde. Pero, a pesar de que algunas de sus historias son muy conmovedoras y emocionantes, es en el momento más «documental» en el que esta película pierde su ritmo. Su estructura resulta algo reiterativa a la hora de narrar y retratar el pasado, y aún en esta repetición no termina de ser del todo clara como para que el espectador comprenda cómo se llegó a esta situación. Su visión al pasado resulta confusa.
Eso sí, cuando la narración se torna personal es cuando este documental llega a todo su esplendor. Las pequeñas historias antes mencionadas son piezas clave para el objetivo final del documental que es la movilización del espectador. Su cruda y potente realidad funciona como espada para generar breves relatos que no solo mantienen la atención del espectador en la hora y 20 de duración del film, sino que lo interpela y expone. Cualquier persona que vea esto va a salir de la sala con algo más adentro suyo, y eso es muy de agradecer en este tipo de narrativa.
Es esto que se genera en el espectador la principal característica positiva de este documental. Cualquiera puede iniciar el cambio y los pequeños cambios ayudan mucho más de lo que uno piensa. Es cierto que el film a veces cae en una crítica directa a la obvia responsabilidad estatal, y aunque claramente era algo que no podía no estar en este relato conflictivo, si es de lo que menos interesa y lo que el espectador más se ve venir. Pero cuando la película te demuestra, por ejemplo, lo útil que es la separación de los residuos personales y plantea un escenario cambiante y esperanzador, es cuando más encuentra su alma. Lamentablemente no es el cien por ciento de la película y gracias a eso, su ritmo se siente perdido en alguna otra ocasión, pero nunca es suficiente como para que resulte algo desagradable o aburrido de ver.
En conclusión, es un documental efectista, funcional y directo. Su mensaje es un golpe fuerte, duro y sobre todo, claro, que demuestra las claras consecuencias de seguir viviendo en el pasado. Cada vez es más urgente la necesidad de un cambio en la forma de pensar a niveles colectivos y en ausencia de políticas nacionales que promuevan este cambio solo queda en el individuo la posibilidad de salvación. Miles de familias, sin preparación profesional alguna, son las principales herramientas de reciclaje nacional y como película, su idea no puede ser más transparente. A pesar de un ritmo no constante y una aparente falta de originalidad en elementos como la música o el montaje, es innegable la calidad artística y lo imprescindible que es el mensaje de esta película en la sociedad actual. Quizás la única forma de cambiar sea empezando de cero.