Nuestros veranos

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La película sigue siendo la misma

A esta altura de las circunstancias se podría anticipar que cualquiera de las propuestas cinematográficas de la actriz, guionista, productora y directora Valeria Bruni Tedeschi tienen por un lado una raíz autorreferencial, y por otro la excusa de utilizar al cine como vehículo de la catarsis y neurosis propias. La primera pregunta incómoda es si realmente puede interesar lo que le pasa a Bruni Tedeschi, cómo siente o piensa la vida, la muerte, el deseo y sus circunstancias.

Ese es el problema de su nuevo opus Nuestros veranos, ese egotrip en tres actos y un epílogo habitual donde la actriz y directora saca a relucir el mosaico de la burguesía francesa, sus propios argumentos críticos hacia un modo de vivir y por supuesto la esfera sentimental cuando la apuesta por el amor viene con un plus de fracaso a cuestas.

El exceso y la ironía son las herramientas que mejor maneja desde siempre, alguna sutileza con el humor y un reconocible límite a la hora de escribir diálogos o diagramar personajes. Tampoco son eficaces en esta ocasión los recursos y elementos narrativos en la puesta en escena como por ejemplo hacer uso de la presencia ausencia con un personaje clave para la familia retratada en su habitual reunión de verano en la Costa Azul, con los empleados serviles que no hacen otra cosa que enfatizar los contrastes de clase como ese recurso trillado de purgar vaya a saber qué culpa por tener dinero y no compartirlo.

Sin otra idea que se pueda destacar más que un elenco de lujo, donde por ejemplo Valeria Golino hace uso de su libertad en ese espacio controlado junto a actrices de la talla de Yolande Moreau, Nuestros veranos es otra película de Valeria Bruni Tedeschi, ni más ni menos que eso.