Nuestros hijos

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LOS HERMANOS SEAN BURGUESES

Dos hermanos, uno cirujano infantil y el otro abogado, se prenden en luchas morales desde que arranca Nuestros hijos: el primero atiende a un niño que ha quedado paralítico por culpa de un hecho de violencia callejera, causado por un policía que defiende el segundo. La mirada sobre la violencia, sobre la ley y sobre los hombres tiñen las conversaciones de esos hermanos que mantienen un ritual semanal: se juntan con sus esposas a cenar en un refinado restaurante que el abogado y su esposa adoran y el cirujano y su esposa desprecian. Ambas parejas representan caras de la burguesía italiana, aunque uno es la cara consciente (el abogado) y el otro la inconsciente (el cirujano). Si todo luce un poco estereotipado, lo es, porque básicamente el film de Ivano De Matteo -basado en una novela de Herman Koch- trabaja esa cuerda de estereotipos que hacen fácil e inmediata la asimilación del espectador del drama de sus personajes. Y esto será fundamental cuando promediando el metraje, otro episodio de violencia callejera -incluso vinculado con cuestiones sociales- impacte más fuertemente el núcleo afectivo de los hermanos.

Pero para que Nuestros hijos, en su trabajo sobre los estereotipos, luzca aún más subrayada, hay un par de elementos que se hacen repetidos. Por un lado es imposible no mencionar el hecho de que Alessandro Gassman (el abogado) y Luigi Lo Cascio (el cirujano) hayan interpretado personajes similares en la posterior (pero estrenada aquí antes) Il nome del figlio, versión italiana de Le prenom. Allí Gassman era el burgués de derecha y Lo Cascio el burgués de izquierda, y lo que aquí es un drama intenso allí era una comedia que terminaba resolviendo sus dilemas de manera algo más amable. Pero además, Nuestros hijos tiene en su giro un elemento que ya parece habitual en cierto cine burgués: los hijos involucrados en un acto violento, como en la también italiana El capital humano (y para qué negar, como en cierto capítulo de Relatos salvajes). Lo que importa, en definitiva, sobre lo que se hace foco aquí como en esas otras películas, es en las consecuencias de esos actos pero especialmente en la manera en que se busca taparlos desde una perspectiva clasista.

Con todos estos antecedentes demasiado contemporáneos a la mano, le cuesta a Nuestros hijos sorprender o, al menos, plantear algún tipo de dilema que resulte novedoso. Por eso el film de De Matteo termina optando, para generar una idea de avance narrativo dentro de un drama que luce estático la mayor parte del metraje, por una suerte de giros de guión y manipulaciones que buscan como siempre sacudir las emociones del espectador. Claro está, la clave pasa por ver qué hace uno luego del impacto: o queda shockeado (como el niño paralítico) o reflexiona sobre la manipulación y cierto forzamiento de las situaciones. Ante esto último, la evidencia de una mano que mueve las fichas para agilizar debates, se expone definitivamente el valor de la película: que es el de ser una película de tesis, de esas que instalan un tema para que el espectador debata posteriormente qué haría en tal situación. Una película para tematizar en un magazine televisivo o un programa de radio de la mañana.

Es en este sentido que Nuestros hijos se parece más Relatos salvajes que a El capital humano, una película que decía un poco lo mismo pero lo hacía de la mano de algunos recursos formales más virtuosos. Aquí De Matteo luce una puesta en escena televisiva, escasamente arriesgada, y su apuesta es precisa: como lo que importa es el mensaje, o la instalación del tema, para qué andar complicando las cosas con recursos y floreos. El cine en segundo plano.