Nuestro video prohibido

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Comedia de rematrimonio sexual

Por los involucrados, Nuestro video prohibido tenía todo para ganar: un director como Jake Kasdan, con buenos antecedentes en el género y un atractivo universo plasmado en la pantalla chica con New girl; un guionista como Nicholas Stoller, que sabe trabajar los vínculos de pareja con sensibilidad y desbaratando mucho del estereotipo masculino; y Jason Segel, uno de los más interesantes comediantes del Hollywood actual, tal vez un actor sin un registro demasiado trascendente, pero alguien que a partir de su presencia ha sabido construir un ideario particular en su mirada sobre la dinámica de relaciones hombre-mujer haciendo pie en el screwball comedy clásico pero con un invariable acercamiento moderno. Todo esto -por ejemplo- hacía eclosión en la relación que mantenían Cameron Díaz y Jason Segel en Malas enseñanzas, anterior y muy iluminada comedia de Kasdan. Por todo esto, entonces, es que Nuestro video prohibido es una película divertida, pero irregular; efectiva, pero bastante menor.

Pequeña digresión: mientras Segel refiere a la comedia más autoral y conceptualizada, Díaz parece más cómoda con los recursos del capocómico. En esa fricción se construye otra película, que es la que pone en crisis y en diálogo constante dos estilos diferentes de entender el humor. Que la colisión resulte más feliz que ingrata, se debe en parte a la inteligencia de la actriz para saber acomodarse -a partir de su indudable oficio- en un rol diferente, más al servicio del relato.

Dicho esto, hay que señalar que en líneas generales esta es una comedia de rematrimonio: detrás de su conflicto posmoderno, el de la pareja que graba un video sexual y es subido por error a la web para su consiguiente difusión, lo que hay es la recuperación de cierto vínculo de pareja desgastado con el paso del tiempo, la cotidianeidad y la presencia de los hijos. Ese es el aspecto más conservador de Nuestro video prohibido, un tema recurrente de la comedia hollywoodense contemporánea, que ha tenido acercamientos más felices como la reciente Buenos vecinos (dirigida por Stoller). Lo particular de esta historia es que en sí el vínculo estaba sostenido en una sexualidad desaforada, la cual se ve afectada con todo aquello que mencionamos: y ante su ausencia, el dilema. En verdad Nuestro video prohibido no trabaja tanto la recuperación de esa sexualidad, como el descubrir el sentido de esa sexualidad. Por eso una de las frases de cabecera de los personajes es el -palabras más, palabras menos- “amo cogerte”.

Nuestro video prohibido tiene un problema básico: su premisa -aquello del video- se agota demasiado rápido, y todo parece, ya que está Kasdan involucrado, un capítulo estirado de New girl. Pensemos que Nick Miller y Jess (los protagonistas de la sit-com) graban un video sexual y por error se sube a Internet, en 24 minutos todo se resuelve velozmente y con chistes constantes. Pero esto no es televisión y el cine precisa de mayor desarrollo y complejidad: la película nunca la encuentra y aquella premisa se resuelve de manera demasiado derivativa, sólo sostenida por la gracia de un tipo como Segel y la particular química que construyen con Díaz. Por ejemplo, una secuencia larga en la casa del personaje de Robe Lowe es muy efectiva (tiene ese timing en la acumulación de situaciones tan necesaria en la comedia) pero a la vez, cuando uno toma distancia de la situación, la secuencia adquiere un sentido de sketch sin mayor vínculo con el relato. Como si salieran chistes de la galera, ante la pobreza reflexiva del contexto.

De todos modos hay en la película de Kasdan cierto desprejuicio sobre el sexo (no hay una mirada condenatoria a las prácticas sexuales íntimas, sino más bien una aceptación en la diferencia) y un muestrario de personajes (amigos, jefes, niños) que van desnudando sus perversiones progresivamente y dejando en evidencia a una sociedad que vive de espaldas a otra sociedad, más recatada y correcta: la aparición genial de Jack Black y sus referencias a la pornografía como una industria llamativamente gigante, es sin dudas el momento más inteligente de una comedia que apela demasiado seguido a lo ordinario para poner en funcionamiento su maquinaria. Decididamente no estamos ante una comedia revolucionaria, pero al menos hay una incorrección que trasgrede su forma más convencional y de película amable y simpática.