Nuestras mujeres

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Traslación de la obra de teatro homónima, escrita por Eric Assous, a quien le pertenece también el guión del filme, en colaboración con Richard Berry, éste, responsable primero de esta versión cinematográfica o sea, su director.
Dicho de esta manera, parecería plantearse desde determinado punto de vista la observación, a partir de un trabajo realizado con profundidad de pensamiento. Pero no, este es un muy claro ejemplo de la banalización de la cultura.
De hecho el titulo de referencia no tiene ninguna relación directa con el texto en si. Si al menos se llamará “Por nuestras mujeres” hasta sería más entendible.
Puesto a que no deja de ser una radiografía en tono de comedia, muy bien instalada desde un principio en el género, de tres patéticos hombres que necesitan de compartir tiempos juntos lejos de sus objetos de amor elegidos, serían sus parejas, aclaro para que no oscurezca.
Max (Richard Berry), médico radiólogo de profesión, pesimista, Paul (Daniel Auteuil) médico reumatólogo, optimista inconsistente, y Simon (Thierry Lhermitte) coiffeur exitoso dueño de dos peluquerías, y muchísimas mujeres, son muy buenos amigos desde hace 35 años. Una amistad construida más por el tiempo que otra variable. Alegres, fuera de todo compromiso social. Digamos, más conocido como amigos para la “joda” inquebrantable.
Individualmente queda expuesto que no todo lo que reluce es oro. Una noche, los tres amigos tienen su cita semanal, en casa de Max, para un juego de cartas. Simon aparece tarde y derrotado, cuenta que discutió con su esposa Estelle, y en un ataque de emoción violenta, la estranguló. Max y Paul están sobrecogidos. Especialmente cuando Simon les ruega que le aporten una coartada para que pudiera evitar la cárcel. Max y Paul dudan. La disyuntiva está planteada. ¿Mentir a la justicia o denunciar su mejor amigo?
Pero, como fue enfocado en un principio, estamos frente a una comedia, por lo que el verosímil que podría estar instalando algo del orden del drama-suspenso es menos veraz que un político argentino.
Si con ese desliz no alcanzaba para dar por tierra la idea de fatalidad, la escena del hecho en sí se le suma. En realidad nada se sostiene, el tema no es “sus” mujeres sino ellos mismos, que no son parámetro de nada ni representación de nadie, ni siquiera de la burguesía francesa
Lo que retumba en la cabeza del espectador es que, “aca” no hubo ningún muerto, bueno si, en realidad podría ser el funeral de la históricamente muy buena comedia francesa.
Todo redundante y repetitivo, incluida la concepción de la banda de sonido, recargada y en algún punto incoherente. Pues uno puede perdonar a un yankee como Garry Marshall que haya incluido la bellísima melodía del fragmento de la suite de Claude Debussy “Claro de luna” en un amanecer en “Frankie y Johnny” (1991). Pero que lo haga un francés hasta parece una falta de respeto para el compositor fallecido hace casi un siglo.
Para aclarar el punto, el término que da nombre a la composición es estrictamente nocturno.
De estructura demasiado clásica, con un guión que destila su origen teatral de manera constante, con diálogos entre pueriles e ingenuos, con momentos que dan paso al humor físico mal desarrollado, o a la comedia constituida como tal, por malos entendidos, que se diluye muy rápidamente.
La película, esta sólo sostenida por la muy buena escenografía, las imágenes siempre cautivantes de Paris, o de la Torre Eiffel en este caso, el envidiable apartamento de Max, juntamente con la cafetera automática express y las actuaciones del trío. Nada más. Muy Poco.