Nuestra hermana menor

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Denso tratamiento de problemáticas familiares en el contexto de la cultura japonesa

Problemas familiares hay en todos lados. No sólo es propiedad del mundo occidental, también se da en una sociedad rígida y fría como la japonesa, donde los padres hacen cosas que terminan lastimando y traumatizando la mente de sus hijos.

De eso trata un poco este film de Hirokazu Koreeda, cuya misión es la de contar la vida de tres hermanas que viven juntas, en la casa que fue de sus abuelos primero y luego la de sus padres, pero, actualmente, sólo la ocupan ellas tres.

Sachi (Haruka Ayase) es la mayor. Yoshino (Masami Nagasawa), es la del medio y Chika (Kaho), es la más chica. Todas trabajan, tienen novios más o menos estables, se llevan, dentro de todo, bastante bien, se ocupan de la casa, etc. Pero un día se enteran que su padre murió y deben ir al funeral que es en otro pueblo, donde vivía con su otra familia. Este hecho sucede así porque él las abandonó hace 15 años y se fue con otra mujer, con la que tuvo otra hija, Suzu (Suzu Hirose), la hermana menor que hace referencia el título de esta obra. Ellas deciden adoptarla, de algún modo, y se van a vivir las cuatro juntas en la misma casa. Suzu todavía va al colegio secundario y juega muy bien al fútbol.

La película transcurre en lo que las hermanas hacen todos los días del año. Sus trabajos, quehaceres domésticos, la producción de licor de ciruelas, la cocción de distintos tipos de comidas. Aquí hay que hacer una llamada de atención, cocinan mucho, no sólo las protagonistas, sino otras personas también. Y comen, comen mucho también. Así que no es recomendable verla con hambre.

La realización no se basa en narrar grandes conflictos, porque eso fue expuesto al comienzo del mismo, sino que lo interesante es ver como las chicas se van apoyando mutuamente, cada una con su personalidad. Que les permite aflorar sus emociones, recuerdos dolorosos y sentimientos encontrados. Para buscar sanar las heridas del pasado provocadas por un padre adúltero y una madre que también las abandonó un año después que él por no poder soportar la vergüenza que le provocó su marido.

De ese modo transitan las escenas, priorizando las relaciones personales, los diálogos, la ausencia de música, la calidez y la frialdad humana en su máxima expresión. También llama mucho la atención, en un país tan tecnológicamente evolucionado, que nadie utilice una computadora, una tablet o un celular, sólo se habla cara a cara y tienen tiempo para ocuparse de otras cosas, como las de estrechar cada vez con más fuerza el vínculo entre las cuatro y que a la hermanastra sea considerada como una igual, una más de la familia.