Nosotros

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Ya se sabe que no existen temas nuevos en la ficción, pero sí existen combinaciones de temas que pueden resultar no sólo novedosas sino también deslumbrantes. Jordan Peele, quien ya había demostrado su talento para el terror psicológico en ¡Huye!, su primera película, consigue en Nosotros una combinación tremendamente productiva entre el tema del doble y el tema de las paranoias explícitas de las leyendas urbanas estadounidenses.

A Peele le sobran cualidades para ser postulado como el mesías del terror en Hollywood, el hombre capaz de infundirle al género la energía que alguna vez tuvo cuando en los créditos figuraban nombres como Alfred Hitchcock, Roman Polansky o Stanley Kubrick en el rubro de director. Y lo hace todo solo: escribe, dirige y produce.

Nosotros se abre con una escena monumental, previa a los créditos, una especie de cuento breve tenebroso, situado en 1986, en el que una niña se pierde en un parque de diversiones, en la playa de Santa Cruz, y termina aterrorizada en un laberinto de espejos. Los elementos de esa escena se repetirán, se amplificarán y se distorsionaran después a lo largo de la historia, con saltos entre el pasado y el presente de acuerdo con las necesidades del guion.

En la actualidad aquella niña es una mujer casada, madre de una adolescente y de un niño. Los cuatro forman una familia afromericana típica que llega a su casa de vacaciones y se encuentra con lo que menos esperaban: una versión maligna de ellos mismos, criaturas iguales dispuestos a asesinarlos y a ocupar sus lugares.

Desde momento, la acción se dispara a un ritmo dramático vertiginoso. Hay escenas de persecución, de tortura (física y psicológica) y de terribles asesinatos. Sin embargo, esa gran orgía de crueldad no se regodea en la sangre sino en el misterio, en el abismo de lo inexplicable. ¿Qué pasa y por qué pasa lo que pasa? La incertidumbre es un máquina de ansiedad y puede funcionar tan bien como el suspenso como motor de una película.

Peele es un manipulador de alto estilo, un maestro a la hora de encontrar la vuelta menos esperada a una situación, pero antes de consagrarse al arte de la prestidigitación se inventa una verdadera mitología, una leyenda del submundo que hace posibles los malabarismos de su imaginación, en la que no faltan la alusión bíblica (en este caso la maldición del versículo 11-11 de Jeremías) ni la ironía sobre el lado siniestro del sueño americano.