Nosotros nunca moriremos

Crítica de Celeste Herrera - Metafilmika

Contemplando el dolor.

"La tercera película del prolífico y polifacético Eduardo Crespo nos propone un viaje al dolor en primera persona y el fin de la adolescencia. De una sutileza admirable, ofrece una experiencia estética que provoca en el espectador una gama de sensaciones y sentimientos que se corresponden con la actitud contemplativa de sus personajes."
Nosotros nunca moriremos, 2020 es una película diáfana, con melancolía y un leve humor, con personajes solitarios que intentan brindar algo de afecto. Rodrigo viaja junto a su madre al pueblo donde acaba de morir su hermano mayor. Entre trámites, paseos y encuentros, transitan los primeros tiempos del duelo. Una historia suspendida en el tiempo, en la flotación de los lugares perdidos de provincia.
Un pueblo y sus paisajes, junto a la dupla protagónica se convierten en la base sobre la que Crespo erige lentamente sin nunca tornarse cansino. Cada plano dura el tiempo necesario para que dé a poco la platea se introduzca en esta historia de despedida doble. Los silencios darán paso a las dudas y estas, poco a poco, encontrarán respuestas en una estructura narrativa que se aleja de los cánones clásicos. Y así el modo en que se combina: trama, encuadres y movimientos de cámara, escenarios, sonido y la edición proporcionan una verosimilitud al servicio del relato. La elección en la utilización de los flashbacks no solo determina la forma de la película, sino que nos ofrece un justo retrato de quién fue ese hijo, ese hermano que ya no está. La actuaciones de Santana y Escobar se hacen más fuerte en los momentos que se prescinde del diálogo.
"El espectador paciente encontrará una obra que consigue poco a poco experimentar la aflicción de sus protagonistas, en una suerte de hipnotismo visual que nos sumerge a la vez que suspende el tiempo de esos momentos de dolor inexplicable."