Norman: El hombre que lo conseguía todo

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

Llega a la cartelera Norman, el hombre que lo conseguía todo, en parte comedia, en parte drama, la película que muestra el leve ascenso y abrupta caída de un personaje muy peculiar es una pequeña joya que no hay que dejar pasar.
Norman Oppenheimer es una persona cuyo único talento parece ser el de generar conexiones entre los hombres de negocios y de esa forma él busca obtener su propia tajada. Así es como termina conectado con Micha Eshel, un prometedor político israelí que se siente en deuda con el carismático personaje. Unos años después, elegido primer ministro de Israel, Micha vuelve a New York y se reencuentra con Norman, quien inmediatamente intenta usar sus vínculos con el político para lograr sus propósitos, sólo para encontrar que su participación puede poner en peligro el proceso pacificador de Medio Oriente que el mandatario quiere llevar a cabo.

El personaje de Norman está a cargo de Richard Gere, que no es un gran actor, y no tiene el physique du rol para hacer de un judío neoyorquino, pero el guion logra sortear eso construyendo el personaje a través de infinidad de situaciones que, más allá de ser verosímiles al mismo tiempo que estrambóticas, logran compenetrar al espectador aprovechando, paradójicamente, lo poco carismático del personaje y lo mucho que logra a pesar de eso.

Gere está rodeado de un elenco sobresaliente, encabezado por Lior Ashkenazi en el papel del primer ministro israelí, y con la presencia de los siempre excelentes Steve Buscemi y Michael Sheen, la película mantiene un constante ritmo y tensión propio de un policial, aunque nunca se adentra en ese género.

El gran mérito del director Joseph Cedar es lograr, justamente, que esta trama, aparentemente simple, se transforme en trascendental para el espectador. La intriga sobre cómo va a desarrollarse el conflicto está manejada magistralmente y así las pequeñas situaciones se potencian hasta volverse apasionantes.