¡Nop!

Crítica de Marcos Ojea - Funcinema

TEMBLORES EN EL CIELO

Con el antecedente de las dos primeras películas de Jordan Peele, lo que propone ¡Nop! puede desconcertar. En los meses previos al estreno, los avances y los posters fueron bastante crípticos, pero lo que quedaba en claro era que, sea cual fuera la amenaza o el misterio, venía de arriba. Del cielo. Quedaba la duda, con cierto prejuicio, sí, pero también con conocimiento de las intenciones y obsesiones de Peele, sobre cómo una historia de extraterrestres iba a entroncar con la crítica social y la cuestión racial. Lo cierto es que ¡Huye! fue un debut auspicioso para Peele como director; una película ingeniosa que funcionaba mejor cuando se entregaba al desparpajo, que cuando pretendía dar cátedra y engrosaba el trazo de su discurso.

No sabemos si el antes comediante se creyó el rol de salvador negro de Hollywood (como la crítica lo encumbró), pero a partir de esa película su nombre empezó a aparecer asociado a producciones tan profesionales como patoteras, abrumadas ideológicamente. Productos como Lovecraft Country o la nueva Candyman, prometedoras en la superficie pero, finalmente, víctimas de tener que portar un mensaje antes que una historia. Por suerte para nosotros, esa incógnita llamada ¡Nop! se revela como una película donde Peele parece más consciente de sus capacidades, trabajando lo racial sin desbordes y concentrándose en el espectáculo. Moviéndose del terror hacia la ciencia ficción, con un uso noble de los géneros: no como instrumentos panfletarios (de una causa, o de la necesidad del director de mostrarse como un artista elevado), si no como el territorio ideal para hablar del Cine con mayúsculas, que es el tema de fondo de ¡Nop!

La historia es la de dos hermanos, O.J. (nombre que le sirve a Peele para hablar de racismo con un chiste sutil), interpretado por Daniel Kaluuya, y Emerald (Keke Palmer), dueños de un rancho donde entrenan caballos actores. Herederos de un linaje que los remonta a los inicios del cine, con un antepasado que fue el primer jinete filmado, los hermanos sobreviven a la crisis del negocio mientras lidian con la muerte del padre (Keith David), fallecido en circunstancias extrañas al comienzo del film. Cuando una noche O.J. avista entre las nubes lo que podría ser un plato volador, Emerald decide capitalizar el descubrimiento. Capturar en imágenes el fenómeno y venderlas al mejor postor. A partir de ahí, con los intentos por llevar a cabo el plan y los personajes que empiezan a cruzarse, la película propone un recorrido por algunos exponentes del imaginario sobre ovnis y monstruos. Encuentros cercanos del tercer tipo, Tiburón y la presencia innegable de Terror bajo la tierra, con una criatura que opera de manera similar a los graboides, pero cambiando la tierra por el cielo.

Claro que el diálogo que Peele entabla con esas películas no se agota en la referencia, si no que le sirve para oponer la tradición con la actualidad, y preguntarse sin nostalgia si acaso el pasado fue mejor. La misma tensión aparece con los distintos formatos con los que se intenta documentar al monstruo, desde cámaras de vigilancia con la última tecnología hasta una vieja cámara de fotos en un parque de atracciones. Y es en ese parque donde se cifra el intercambio más profundo entre el hoy y el ayer, con ese espectáculo que parece construirse sobre los escombros de otra época.

Si nuestra intención es hilar más fino, podemos pensar que en ¡Nop! el cine aparece como patria y como amenaza, un lugar donde el afán por domar a las bestias -literales y simbólicas-, por capturar absolutamente todo, puede tener consecuencias terribles. Es una de las lecturas posibles que se pueden hacer a la subtrama del chimpancé y el programa infantil, que abre la película de manera acertada e inquietante. Incluso si quisiéramos ir más profundo con lo expresado sobre “patria” y “amenaza”, podría pensarse en la lucha de estos dos hermanos negros contra una criatura del espacio, como una alegoría de Peele sobre la lucha real de la comunidad negra dentro de la historia de Hollywood; ya no hablemos de la historia de Estados Unidos. Pero quizás sea ir demasiado lejos, porque en definitiva lo mejor de ¡Nop! es que termina funcionando como una de esas películas en las que se referencia.

A pesar de los excesos discursivos que se le pueden reprochar, lo cierto es que la apuesta de Peele como realizador es visualmente impecable (el aspecto de tela de la criatura es discutible, aunque quizás esté inspirado en una pantalla de proyección), consistente en la narración, imaginativa y, lo mejor: permeable a los momentos de locura y de humor, como ese choque acelerado de manos entre Em y O.J. antes de salir de cacería. Apoyado en intérpretes que parecen ideales, contrastando la pesadumbre de Kaluuya con la explosividad de Palmer, más la colaboración ajustada de los demás que aparecen por ahí, ¡Nop! da forma a personajes que sí terminan importando. Individuos que transitan la aventura con el peso de sus legados, y la posibilidad de hacerse cargo de ellos, cabalgando a toda velocidad por el desierto. No sé qué nos deparará Jordan Peele en el futuro, y tal vez se merezca un “qué pesado” por su rol como productor. Pero cuando vuelva a sentarse en la silla de director, que sepa que ahí estaremos.