¡Nop!

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La tercera película de Jordan Peele, ¡Nop!, es su mejor película hasta ahora (las dos anteriores son ¡Huye! y Nosotros). Y es la mejor porque es la más arriesgada y libre, la más enigmática y desafiante, y porque es en la que más se detiene a pensar su arte narrativo y los efectos insensibilizadores del espectáculo.

Por supuesto, los géneros y sus mecanismos están presentes (el terror, la ciencia ficción y el western), pero nunca son lo más importante, porque la cuestión central pasa por el intento (radical) de Peele de reinventar el cine poniendo el foco en los espectadores ansiosos de espectáculo, su verdadera materia prima, la que amasa secretamente mientras cuece a fuego lento efectivas escenas de misterio y de suspenso.

Por otro lado, es la primera vez que Peele se sale del eje de la temática racial (aunque no falta el castigo a los blancos), decisión que marca cierta madurez en su carrera. Acá no hay política explícita, ya que la idea misma de ¡Nop! parece ser que no haya nada literal y directo por debajo de la epidermis cinematográfica que el director despliega con apabullante pulso de maestro del género.

Si la alternativa planteada por el estado actual del cine-espectáculo es filmar lo imposible, “un mal milagro”, o lo nunca antes visto para seguir entreteniendo, Peele nos dice que quizás no nos merecemos tamaña empresa, o peor aún: quizás filmar lo que nunca se filmó conlleve pagar un costo humano altísimo.

Como todo cineasta que pretende cambiar la historia del cine, Peele necesariamente se apropia de sus orígenes para crearse una mitología personal. La primera imagen en movimiento, según ¡Nop!, fue la de un negro montando un caballo, tatarabuelo de los personajes principales, los hermanos OJ y Emerald Haywood, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, quienes viven en uno de esos ranchos donde se entrenan caballos para las películas, en un pueblo desolado ubicado en el centro de California.

OJ (Daniel Kaluuya) trabaja con los caballos, como lo hacía su padre Otis (Keith David), pero su vida cambia cuando descubre que al frente de su rancho se esconde un ovni, o lo que parece un ovni, una entidad extraterrestre que empieza a abducir (o a devorarse) a los caballos.

Es cierto que Peele recurre al subterfugio de la ciencia ficción y del terror cósmico para defender su inclasificable propuesta, pero esto es justamente lo que le da el toque desestabilizador y provocador a ¡Nop! Además, Peele hace dos películas en una; o mejor dicho, empieza con una película secundaria que es mejor que la principal: la de un mono que enloquece en una sitcom en 1998.

Sin embargo, Peele no elige la historia del mono porque es una historia mucho más segura, que pisa terreno firme y que muestra lo que siempre vimos (tiene los mejores planos del filme, los más terroríficos), sino la de esa especie de platillo volador hambriento y lo que hacen los hermanos OJ y Em por conseguir la “toma imposible”, con todos los riesgos que eso implica.

Peele nos dice que el espectáculo provoca la insensibilización del espectador y que filmar lo imposible implica un sacrifico: perder algo a cambio de conseguir lo que nunca antes se vio. Filmar como un acto de valentía puede tener consecuencias graves.

El plano final es tan enigmático como toda la película. ¡Nop! es maravillosamente hermética, una rareza que hay que celebrar enmudecidos.