Non-Stop: Sin escalas

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Un thriller aburrido.

El catalán Jaume Collet-Serra no entiende de arquitectura visual o de cómo planificar una estrategia en función de las historias bien genéricas que suele contar. El título bilingüe de Non Stop: Sin Escalas es el segundo eslabón de su asociación con Liam Neeson, luego de Desconocido, un thriller que transcurría en Berlín sobre un médico que buscaba recuperar su identidad; mezcla de la saga Bourne, Hitchcock y algo del más reciente cine francés industrial de acción. En el mero inicio, Collet-Serra recurre a la acentuación del ralentí y el plano detalle: combinación explosiva para un punto de partida que resulta cansino, como si un jugador de fútbol se cansara en el primer pique.

El tratamiento para nada sutil se repetirá un varias veces, por ejemplo en un plano detalle bien centrado en la placa de agente federal que deja Neeson a un costado del baño del avión (para que el espectador sepa quién es el “misterioso” personaje), mientras fuma a las escondidas y sigue pensando como al inicio. Lo que sigue en el relato es producto de culpas compartidas, ya no sólo involucra al director sino a un séquito de guionistas que entre todos elucubraron ideas deglutidas y hasta regurgitadas en otras películas de la clase de tipo “encerrado en un espacio, extorsionado y con un tiempo límite para cumplir las demanda”. Alguna de esas ideas son las clásicas del suspenso: el falso sospechoso, la falsa resolución anticipada, la paranoia que se recarga en el protagonista y el espacio que juega una función dramática fundamental, entre varias otras.