Noé

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Flor de tsunami

Dicen que a Dios le llevó siete días crear el universo y a Darren Aronofsky le alcanzó con 138 minutos para convertirse en un cineasta obvio y poco atractivo, dato preocupante tratándose de este autor que por ejemplo abrazó el misticismo con su película La fuente de la vida allá por el 2006, o se atrevió a exponer los lados más oscuros de la condición humana en la perturbadora El cisne negro (2010).

Noé es un film que pese a su mirada poética y libre del personaje bíblico aquí devenido héroe trágico parece perseguir el objetivo de conformar a todos para evitar controversias teológicas o acusaciones de blasfemia al tomar tan libremente un apartado del Génesis para ilustrar el diluvio universal. Melodrama familiar con madre culposa y padre dispuesto a cumplir los designios de la máxima autoridad sobre la tierra, el relato es sumamente lineal y más que nada poco profundo a la hora de indagar sobre los aspectos menos elementales de la parábola del arca y la historia de este salvador.

La idea de jugar la carta del antagonista Tubalcaín (Ray Winstone) en representación al hombre en su esencia maligna, egoísta y destructora ante un compasivo humanista como el personaje interpretado por Russell Crowe es un tanto pobre para desarrollar la trama, pero efectiva en función de las escenas de acción donde el foco está puesto en los efectos visuales y las escenas de grandes movimientos de masas. Los animales digitalizados dan vergüenza quizá es por ello que durante todo el metraje permanecen dormidos en el arca susodicha e incluso en pleno batuque cuando se viene el agua.

No hay que dejar de destacar ese vestuario absolutamente alejado de la época donde ocurrió el supuesto diluvio y mucho menos el aspecto pulcro del pelo de los personajes, que seguramente no se bañaban todos los días. La alegoría que busca estrechar lazos entre aquel diluvio y uno futuro si la humanidad continúa destruyendo el mundo legado por el creador resulta simpática ante tanta falta de ideas en Noé, así como su mensaje ecológico subyacente que se refuerza en el último tramo del film. Quien se roba la película y opaca al resto del elenco es Anthony Hopkins en una composición memorable de Matusalén, híbrido entre un mago escapado de Harry Potter y un anciano con demencia senil.

La premisa es literal: se viene el agua y no el fuego como estaba previsto y el bueno de Noé se pone en campaña, junto a su familia y los gigantes de piedra prestados por J. R. R. Tolkien, para construir el arca y alejar su propio rebaño de la chusma humanidad que se portó mal por querer parecerse al Creador. Luego, mucha agua y gritos y dolor y angustia y al final la luz que le hace pito catalán a la oscuridad.

En síntesis: con Noé a Darren Aronofsky también lo tapó el agua.