Noé

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Curiosidades de la cartelera cinematográfica porteña: el mismo día que larga un Festival de Cine Independiente que demuestra cómo sin millones de dólares existen también grandes películas, Hollywood envía desde el cielo (y con la firma de un supuesto gran autor como garantía) un paquete que confirma lo dicho, a través del ejemplo contrario: una cinta enorme en producción -ciento treinta millones de dólares-, diminuta en valor artístico -ciento treinta y ocho minutos de tedio, pomposidad y absurdo.

Darren Aronofsky, en verdad, hace lo que siempre hizo, sólo que ésta vez con paupérrimos resultados: apostar al grotesco (consciente o inconscientemente, ya no se sabe), a los excesos y, sobre todo, a las líneas de diálogo más absurdas que se hayan visto en mucho tiempo. Ya sucedía con su Black Swan (El Cisne Negro, 2011) y una Natalie Portman descontrolada, girando como un trompo y mirando a cámara con mirada demoníaca, en una transformación extraña que, sin embargo, funcionaba gracias a la labor de la actriz y una mirada al menos atípica por parte del realizador. La misma fórmula surte un diferente efecto en Noé: a la épica bíblica le sobran interpretaciones bizarras, ya que hay monstruos de roca salidos de La Historia Sin Fin pero a la vez, parientes lejanos de los Ents del Señor de los Anillos, y mientras el protagonista construye su famosa arca a pedido de un Dios iracundo, peleas a lo Gladiador se suceden en una escalada de violencia que culmina con especies de animales muertas, un mensaje entre lo místico y el vegetarianismo y, lo que es peor, una de las peores muestras de la mediocridad de los FX digitales, encarnada en la serpiente que tentó a Adán y Eva y promovió su expulsión del paraíso. No, no es que quien escriba sea ingénuo: posteriores ofidios en la misma película demuestran que no fue un error de FX, sino una concepción artística para éste particular animal tan representativo para la historia. Es, entonces, simplemente un tremendo error de diseño.

Noé lucha a puño limpio contra reyes de capa caída, turbas iracundas y hasta consigo mismo cuando se debate si terminar o no el mandato del Señor. Del evangelio quedan cosas sueltas, algunas libres interpretaciones, y pasajes que remiten más a anteriores adaptaciones cinematográficas que a las escrituras mismas. La inundación rebalsa la pantalla de griterío y angustia, pero no alcanza jamás el asombro (poniéndolo en contexto) de un Cecil B. Demille, ni la profundidad a través de la relectura de una Última Tentación de Cristo (Martin Scorsese). Noé es la Biblia+El Sr. de los Anillos+Gladiador+Matrix Recargado, todo batido en un mismo producto que dará como resultado un "¡Dios mío, por favor que termine!" que puede ser emitido tanto por católicos, judíos, musulmanes, ateos y cualquier ser pensante, aburrido de las proporciones épicas de Hollywood, cada vez más vacías de contenido.