Noé

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Creer o reventar

Esta nueva película del cotizado director de Pi, El luchador y El cisne negro es muchas cosas a la vez, aunque en ninguna de sus múltiples aristas alcanza una dimensión suficiente que la redima en su totalidad. Es, claro, una épica bíblica solemne (probablemente no convencerá a muchos estudiosos de la religión con sus no pocas licencias); es un entretenimiento en 3D a gran escala (130 millones de dólares de presupuesto, 138 minutos de duración) que se torna demasiado tortuoso para un público “familiar” masivo; y es -en línea con otro film de Darren Aronofsky como La fuente de la vida- una bajada de línea ecologista/naturista/new-age muy a tono con estos tiempos.

¿Y qué propone Aronofsky? Una mixtura (por momentos un cocoliche) entre sueños lisérgicos (bah, pesadillas premonitorias), actuaciones a pura gravedad (Russell Crowe está en su salsa), secuencias a puro despliegue de CGI (las procesiones de los animales, el arca en plena tormenta, las escenas de masas), concesiones al cine de aventuras hollywoodenses (como el malvado súper cruel que con mucha dignidad encarna el gran Ray Winstone), situaciones tomadas prestadas de El señor de los anillos (vean sino a Los Vigilantes, esos gigantes de roca que defienden a Noé y los suyos); secuencias “líricas” a-lo-Terrence Malick; citas a Ray Harryhausen; algunos momentos fuertes de canibalismo, pánico, caos y descontrol social; y videoclips bien grasas y didácticos en los que se resumen los “grandes éxitos” de la Biblia (el Génesis de Adán, Eva, Caín y Abel for dummies).

En Twitter -ámbito ideal para la ironía y el cinismo- bromeaba con chistes fáciles jugando con términos como milagros, inundaciones (hacer agua), naufragios y diluvios. Pero así como no me sumo al coro góspel de críticos estadounidenses que aclamaron la película en medios como Variety, The New York Times o Rolling Stone, tampoco da para la burla. Aronofsky es un narrador que pone garra, que se arriesga y, si bien Noé está claramente tironeada entre lo que quiere y lo que debe ser, y termina siendo demasiado contradictoria (no es ni una cosa ni la otra), también tiene unos cuantas escenas para admirar, celebrar y discutir. Es bastante más de lo que logra la mayoría de las películas del cine contemporáneo.