Noche diabólica

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Nada nuevo bajo el sol, o mejor dicho, bajo la luna. Porque este film transcurre en su mayor parte durante la noche, sólo una noche, en una zona de campiñas en Irlanda, cuando llega a este lugar una pareja de novios que tenían que seguir de largo en su auto, pero quedaron atascados en un camino embarrado. A veces no guiarse por un mapa y sí por la intuición nos lleva por el camino equivocado.
Todo comienza cuando un granjero (Gerry O´Brien), que está haciendo unos pozos en la tierra con una pala, se topa con una antigua tumba y su curiosidad va a ser su perdición.
Por otra parte, cuando Mark (Stephen Cromwell) maneja el auto, acompañado por su novia Sarah (Niamh Algar), y no le hace caso a las instrucciones del GPS, también va a ser la perdición de ambos.
El director Conor McMahon utiliza el viejo truco de tener una casa dominada, en este caso por un zombie, que sin motivo alguno se dedica a atacar a la gente y la contagia con su mal.
Con una austera puesta en escena, donde se vale como escenografía de una antigua granja y del terreno circundante, ayudada por la oscuridad absoluta de una noche cerrada, que es la aliada fundamental de esta historia, donde los vecinos huelgan por su ausencia. El director pone en marcha la maquinaria que tiene como un engranaje principal al monstruo y los engranajes secundarios a la parejita de víctimas de turno, que no pueden huir y se les complica y arruina la vida. Donde se erige como heroína el personaje de Sarah, que lleva adelante el peso de mantener en vilo el suspenso y la tensión, que están bien logrados, con el escaso terror de esta película. Porque ella logra transmitir el dolor y el sufrimiento, a la vez que nunca se desespera, siempre sabe ante cada inconveniente cómo resolverlo.
El gran problema que radica en esta producción es que no asusta, porque el desarrollo de los acontecimientos están bien narrados, tiene todos los ingredientes necesarios, pero se sabe con anticipación qué es lo que va a suceder y eso le quita la sorpresa necesaria para atemorizar al espectador, y si no provoca miedo toda la realización, por mejor contada que esté, se desvanece provocando una gran desazón y decepción en quien la mire.