Noche de Paz

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

TRAPITOS AL SOL

El nombre Noche de paz no podría estar más anclado en la ironía y el sarcasmo más afilado, dando una radiografía impiadosa de la sociedad polaca con una dosis de humor negro que, sin embargo, tiene una impronta sobria y dramática que por momentos colisiona con la propuesta. Digamos que si ustedes creían que su noche familiar de Navidad o Año Nuevo había sido un papelón impresentable, prepárense para ver en la ópera prima de Piotr Domalewski todo lo que no (¡NO!) quieren que pase en la tradicional cena, harto conocida por los suspicaces cruces de miradas, la exposición de miserias acumuladas a lo largo del año o ajustes de cuenta sorpresivos que dan lugar a pequeñas explosiones que se combinan con la pirotecnia, los dulces y la sidra para dejar -o no- una marca indeleble. Seguramente un ritual que nos hará sentir extrañamente próximos a una cultura que creemos tan distante como la polaca.

Desde su introducción en el micro sabemos que el retorno de Adam (Dawid Ogrodnik) a Polonia luego de su estadía laboral en Holanda iba a ser accidentada. Filmando una cinta familiar para la que será su futura hija, tiene un pequeño altercado que expone sus miserias desde lo que aparenta ser un gesto tierno. Esa figura de alguien desubicado por una situación actúa como un preludio para lo que será el reencuentro con su familia, que también tiene en pequeños detalles del guión los signos de una advertencia: más allá de la mordedura de un perro, en los primeros minutos se sienta a jugar con su hermana menor que ordena una casa en miniatura de muñecas y ella le menciona al pasar que lo dejará participar si no va a arruinar la diversión. Este detalle del guión, además de los cruces de miradas inexplicables y hostiles o escenas que se interrumpen en silencios, se aprecian mejor tras un segundo visionado, en particular cuando se tiene conocimiento de determinado giro en la relación del protagonista con su hermano Pawel (Tomasz Zietek). En todo caso, todos estos elementos marcan que Adam es un outsider que ha perdido su lugar en la familia, siendo una presencia incómoda que no encaja en su estructura. El diálogo entre la introducción y el final es claro al respecto (los dos ocurren en micros, contemplando la misma cámara de mano).

En su ópera prima Domalewski utiliza la cámara en mano y los planos largos como foco de un registro que resguarda el punto de vista, a pesar de tomarse algunas libertades al poner la perspectiva de la hermana menor de Adam, acaso el único personaje transparente y genuino del film. La sobriedad del registro y por momentos la intensidad de las actuaciones, le dan a la que por momentos es una sátira repleta de humor negro un tono asfixiante que no se encuentra afín a su faceta sarcástica. De hecho, la condensación del guión en el tramo de la última media hora se hubiera beneficiado del tono más ligero de la comedia: la sucesión de eventos y desgracias resultan dentro de un marco dramático inverosímil pero, dentro del contexto de una comedia, resulta demasiado solemne y cargado de una intensidad que desborda cualquier rasgo humorístico.

La convivencia entre registros tan dispares resulta por momentos accidentada, pero un guión sólido y hermético ayuda a que el descenso al infierno en que se transforma la Nochebuena de Adam resulte encantador, haciendo de Noche de paz un buen film que sin embargo es imposible de catalogar como un film navideño.