No te preocupes cariño

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"No te preocupes cariño": el mal sueño americano.

Relato de opresiones de diversa índole y escala, parece deberle varias ideas a títulos previos como Las mujeres de Stepford, The Truman Show y tantas otras películas donde una vida aparentemente idílica esconde varias oscuridades y simulaciones.

Que si Harry Styles escupió a Chris Pine, que si Olivia Wilde echó del reparto a Shia LaBeouf por mal comportamiento, que si Florence Pugh fue o no fue a la conferencia de prensa. El cotilleo alrededor de No te preocupes cariño en el reciente Festival de Venecia, donde disfrutó de su lanzamiento mundial, fue de tal calibre que cualquier reflexión cinematográfica quedó relegada a un lejano segundo puesto. Pasada la espuma inicial, el segundo largometraje como directora de la actriz Olivia Wilde fue atacado sin piedad en un porcentaje elevado de las críticas. A pesar de ello, y si bien se ubica varios pasos detrás de su más que auspicioso debut, La noche de las nerds, tampoco parece ser el desastre atómico que mucho quisieron ver. Eso sí: la frescura adolescente de aquella ópera prima no está presente en este relato de opresiones de diversa índole y escala, que parece deberle varias ideas a títulos previos como Las mujeres de Stepford, The Truman Show y tantas otras películas donde una vida aparentemente idílica esconde varias oscuridades y simulaciones.

El suburbio impoluto donde viven Alice Chambers (Pugh) y su marido Jack (Styles), construido en medio del desierto, se asemeja a una publicidad de alguna inmobiliaria estadounidense de los años 50, en plena recuperación económica de posguerra y con el baby boom en pleno ascenso. Las mujeres del barrio cocinan, pasan la aspiradora, se divierten en cocktail parties vecinales y despiden a sus esposos por la mañana cuando estos parten a su trabajo en autos lustrosos. Wilde apuesta desde un primer momento al artificio deliberado y coreografía el comienzo de un nuevo día con un plano cenital que registra los movimientos de los vehículos como si se tratara de un musical (más tarde hará explícitas las referencias a Busby Berkeley en un par de secuencias oníricas). Más allá de las sonrisas permanentes y un estado de aparente bienestar, es evidente desde un primer momento que las cosas no son del todo normales en esa pequeña comunidad, gerenciada por un tal Frank (Pine), cuya influencia sobre los ciudadanos se asemeja más a la del gurú de una secta que a la de un líder vecinal.

protagonista parece estar a punto de ser asfixiada por su propia casa. Luego vendrá la iluminación y, con ella, la explicación de causas, consecuencias y cada uno de los detalles que las integran, varias veces para que todo quede claro, y un final genérico que no logra emocionar a pesar del ritmo auto impuesto. La banda de sonido incluye decenas de éxitos del r&b y el soul de finales de la década de 1950, música que posiblemente pocos blancos de clase media acomodada escucharan por aquellos tiempos, aunque eso también podría tener algún tipo de explicación diegética, además de señalar el buen gusto musical de la realizadora.