No te olvides de mi

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

"No te olvides de mí": la familia ausente

Hay búsquedas que son tan intensas que a veces desnaturalizan el objeto del deseo. Y aparece otra cosa, quizá algo mejor. "No te olvides de mí" parte de esa consigna: todos los personajes tienen un vacío familiar y exponen la necesidad de llenarlo, como pueden, claro. Ambientada en 1934 en una zona pampeana (en realidad se filmó mayormente en la localidad bonaerense 9 de julio), la película cuenta la historia de Carmela y el pequeño Aurelio, quienes caminan en medio de una ruta perdida en el campo en busca de su padre. Arriba de un camión desvencijado irá Mateo, un anarquista renegado y osco, que los invitará a llevarlos a destino. El vínculo que se logra entre los tres es lo más maravilloso del filme, porque sin apelar al golpe bajo ni a la lágrima fácil, la directora Fernanda Ramondo se las ingenia para mostrar las diferencias y complicidades. Y también para exponer todos los costados vulnerables y cuánto se necesitan entre ellos. Mateo (otra impecable composición de Sbaraglia) es un tipo solitario, recién salido de prisión, con amores inconclusos y capaz de confesar que "hace mucho sí tenía" una casa. Su obsesión es encontrar el gallo Rey, un animal al que se aferra como quien apaña a un hijo, aunque le dio más de un dolor de cabeza debido al ilegal juego de la riña. Contada a la manera de una road movie, "No te olvides de mí", que participó en la competencia argentina del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tiene algún guiño al neorrealismo italiano y también al western. Pero más allá de los géneros, la realizadora apuntó a la profundidad de los personajes. A mostrar corazones solitarios en busca de amor en una Argentina de los años 30, pero no tan lejana en el reflejo de los vínculos afectivos.