No soy tu mami

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Has recorrido un largo camino

En No soy tu mami (2019), del realizador Marcos Carnevale (Corazón de León, El fútbol o yo), Julieta Dìaz es Paula, una periodista que se presenta al mundo como una mujer segura de sí misma, que disfruta de su vida, del éxito en la profesión, y, principalmente, de su infranqueable decisión de no ser madre.

Curiosamente, en la premisa de este relato, escrito por la propia Díaz y Celina Font, que se promociona como la comedia feminista para los tiempos que corren, sobre una mujer que a partir de una serie de textos periodísticos denuncia el universo maternal y sus derivados, es en donde se esconde la imposibilidad de trabajar correctamente aquello que intenta deconstruir.

El personaje central se delinea con trazos gruesos, y con pocos claroscuros, su unidimensionalidad terminan por jugarle en contra, y sólo, por reemplazo, Paula bien podría haber sido un personaje masculino, que no quiere tener hijos y no mucho más que eso.

En ese reemplazo, la mujer como protagonista termina por disolver aquello que enuncia, sin profundizar de manera correcta el desarrollo de los temas que subyacen en la historia, la idea de maternidad, decidir ser madre o no sin atender a mandatos, el rol de la mujer en el mundo laboral, la potestad sobre el deseo y la pasión, y otros derivados, y tampoco logra posicionarse como un hito dentro de los films en los que en el último tiempo se repiensan los roles y se busca una mayor participación de personajes protagónicos femeninos en los relatos.

El título realiza un doble juego con la posesión/pedido de independencia, y aquellos célebres grupos de whastapp en los que una horda de padres y madres catalizan preguntas y comentarios sobre hijos y tareas escolares. También se disuelve la oportunidad de afirmar ideas sobre distinción de roles, exigencia de equidad, y otros puntos que se deslizan a lo largo del metraje.

En determinado momento, y desandando el gag y la resolución símil sitcom, al film se le escapan ideas que podría haber profundizado, como su enamoramiento con el “chongo” impensado al comienzo de la historia, un hombre de mediana edad, que se cree el número uno, y que en su juego torpe de seducción, se presenta como uno los personajes más honestos del relato. Sebastián Wainraich gana frente a la obviedad del lugar de galán que se le deposita a Pablo Echarri, con su pulcritud, físico fit y su capacidad verbal para seducir a Paula, aún a pesar de ser padre.

Hay otro personaje, una especie de niñera imposible de determinar su sexo, que interpreta Daniela Pal, que en la naturalidad de frases y hechos en los que interviene, y la manera en la que lleva sus rutinas y constantes cuidados para con la niña del relato, hay un interés por destacar su desfachatez que supera a aquellos roles centrales más subrayados.

Una primera etapa potente de la película, con algunas logradas escenas, dejan espacio a resoluciones panfletarias y burlescas, que en vez de destacar la libertad de Paula para consigo misma y el resto, la subyuguen en las mismas denuncias que termina por gritar. Y en ese grito, Díaz, se desempeña correctamente, una vez más, como referente de la comedia local, en una propuesta que podría haber sido mucho más clara y honesta con sus principios si el guion acompañase su interés por presentar un personaje femenino más sólido y seguro de sus decisiones/convicciones y no un apurado borrador de algunos reclamos que de los grupos de whatsapp, redes sociales y la agenda mediática hicieron subidos a la ola verde y que terminaron por llegar a la pantalla grande no de la mejor manera.