No soy tu mami

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

FRENTE DE IZQUIERDA TODOS JUNTOS POR EL CAMBIO Y EL CONSENSO 2030

El estreno de No soy tu mami, justo cuando está arrancando la campaña electoral, no deja de tener pertinentes resonancias políticas. Al fin y al cabo, el nuevo film de Marcos Carnevale –a esta altura, un verdadero autor pero en el peor sentido del término- es un poco como todos estos frentes partidarios que juntan gente que apenas si tienen coincidencias entre sí en pos de rascar algunos votos más. De hecho, su relato es como una típica boleta electoral de este año: hay pañuelos verdes, celestes, naranja, violeta, rojo, negro, blanco…Y, a la vez, es terriblemente descolorida, sin posicionamiento, una suma de contradicciones constante.

Ciertamente había riesgos pero también oportunidades en la historia, centrada en una periodista (Julieta Díaz) que empieza a escribir una columna semanal donde enumera razones para no ser madre, defendiendo su posición frente a la maternidad y la vida en general, pero que empieza a entrar en crisis cuando conoce a su nuevo vecino (Pablo Echarri) y su pequeña hija, con los cuales empieza a entablar un vínculo atravesado por lo romántico y lo afectivo. Se podía apreciar algo de mecanicidad y automatismo que recuerda a comedias del estilo Cómo perder a un hombre en 10 días y Soltero en casa –donde las premisas se imponen a los personajes-, pero también la chance de interpelar un presente donde las corrientes feministas procuran romper con ciertas estructuras discursivas, institucionales y hasta ideológicas. La dificultad era cómo construir un discurso potente y consistente que no dejara de lado a los personajes.

Esa dificultad no solo no se supera, sino que el fracaso es completo por varias razones, empezando por un guión (escrito por Celina Font, Nicolás Allegro, Carnevale y Florencia Colacito) que arranca queriendo dárselas de progresista –aunque con bajadas de líneas de una obviedad alarmante- para luego volcarse al conservadurismo y finalmente querer volver a una especie de reconciliación entre ambas perspectivas que es totalmente endeble. Hay un cuestionamiento inicial a la institución familiar y algunos lugares comunes vinculados a la maternidad y lo femenino, pero que lucen entre repetidos, facilistas e infantiles. Por ejemplo, la seudo burla a la enunciación de temas propio de las revistas tipo Para Ti no solo no es original sino que incluso atrasa mínimo veinte años: pareciera que nadie del equipo de la película vio alguna vez un sketch de Boluda total, que Fabio Alberti creó a principios del nuevo milenio. Encima, ese arranque supuestamente contestatario se enhebra desde una catarata de mentiras de la protagonista, que son el preanuncio del retroceso en chancletas para seguir confirmando los discursos establecidos.

Claro que ese guión repleto de cabos sueltos, donde varios personajes –como los interpretados por Sebastián Wainraich o la misma Font- son meras herramientas al servicio de un par de enunciados, se retroalimenta (para mal) con la puesta en escena de Carnevale, que nunca sale de lo televisivo ni aporta un solo plano vinculado a lo cinematográfico. De hecho, hay pasajes donde la suma de planos y contraplanos terminan cansando los ojos y evidencian una desconfianza tremenda en la inteligencia del espectador, como si el director creyera que le fuera imposible completar y entender el significado de lo que no se ve o queda fuera de campo. Cada minuto de No soy tu mami está digerido y explicado al máximo, remarcando todo desde la música e incluso poniendo personajes que solo están para decir explicar algo que se podía decir de mil formas diferentes y más productivas. En el medio, el director vuelve a evidenciar su desconocimiento (o desinterés) en los ámbitos laborales –pareciera que nunca hubiera pisado la redacción de una revista- y, en vez de construir situaciones cómicas o dramáticas, acumula chistes y declaraciones. De ahí que lo único que tiene a favor la película es su elenco: una química apropiada entre Díaz y un correcto Echarri; la simpatía –bastante subrayada, por cierto- de la niña; Christian Sancho haciendo lo que puede con un chiste al cual debe repetir una y otra vez; y Daniela Pal, que encarna a una suma de estereotipos chistosos pero al que su esfuerzo interpretativo le termina otorgando la dignidad de un personaje mínimamente tangible. Pero, si nos ponemos a pensar mínimamente, lo que tenemos son méritos técnicos, actores que hacen bien su trabajo y nada más, porque detrás solo hay una cáscara vacía.

La cima de ese rejunte de ideas superficiales y posicionamientos vagos que es No soy tu mami llega cerca del final, con un monólogo del personaje de Díaz que es de lo peor que ha entregado el cine argentino en la última década, lo cual es mucho decir. Es una declaración tipo “me mandé muchas macanas pero al final aprendí y me di cuenta que me equivoqué, y bueno, al fin y al cabo ustedes también se equivocan, y si yo fui prejuiciosa con ustedes, bueno, ustedes también, así que mejor dejémoslo ahí y sigamos adelante, total ya pasó”. Y no, no pasó, no se puede borrar con el codo lo que se escribió previamente, porque al fin y al cabo hay diferencias insalvables, con las que hay que convivir, pero haciéndose cargo con honestidad de las acciones e historias previas. No soy tu mami pretende quedar bien con todo el mundo pero termina revelando lo obvio: que eso es imposible.

Ahora, todo esto no solo es culpa de Carnevale, ese realizador que pareciera creer que todo se soluciona con un par de frases banales y biempensantes. No, también es de Díaz, que ya viene desde hace rato entregando personajes femeninos que amagan con ser rupturistas y terminan sumidos en una histeria que ratifica al discurso conservador. Aunque sea con Dos más dos, Corazón de león y El fútbol o yo tenía la excusa de que su presencia quedaba relegada tras los protagónicos de Guillermo Francella y Adrián Suar, pero acá no, se acabaron las justificaciones. En No soy tu mami no solo encabeza el elenco, sino que la historia estuvo armada a su medida y hasta figura como productora asociada, lo cual implica un aval al proyecto que va mucho más allá de su presencia destacada en el póster. Lo cierto es que se ganó ese lugar, llegó a ese lugar de poder en la toma de decisiones a partir de una carrera tan extensa como exitosa. Eso está genial, pero esa posición de poder no solo trae privilegios sino también responsabilidades. Así como muchas veces no se entiende para qué o por qué Suar hace cine, es imposible entender dónde está parada esa periodista que encarna Díaz. Aunque posiblemente la respuesta la brinde la película en una escena donde la jefa de Díaz, ante una propuesta de la protagonista, contesta “me parece genial, así abarcamos a todos los mercados”. Quizás al final no se trate del feminismo, el machismo, el progresismo o el conservadurismo, sino de conquistar la mayor cantidad de mercados posibles. Y está todo bien, porque el capitalismo es la ideología dominante, pero no vendría mal un poco de honestidad, en vez de falsas poses.