No respires

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

Un ciego, un perro y una casa infernal

Un ex militar perdió la vista en combate y vive aislado, en un barrio que parece un páramo porque no anda ni un alma por las calles. Dicen que en su casa esconde una fortuna. Rocky, Alex y Money son ladronzuelos acostumbrados a desvalijar viviendas deshabitadas. ¿Qué puede salir mal si el golpe asoma sencillo y la oportunidad de hacerse ricos está al alcance de la mano? Todo puede salir mal. Horrorosamente mal.

Entre lo mucho de notable que tiene “No respires” figura su capacidad para recorrer todos los clichés del cine de suspenso sin que se note. Al contrario: luce tan fresca, precisa y cautivante que termina convenciendo de su originalidad. La casa laberíntica es tan peligrosa como el ciego despiadado/desquiciado al que da vida Stephen Lang (foto, ¿ya es el villano del año?), ayudado por un perro que encaja en cualquier pesadilla. En ese infierno se mete el trío de rateros y mejor no contar lo que pasa de allí en más, salvo apuntar que una vuelta de tuerca torna más terrorífico lo que de por sí ya era espeluznante.

Asistimos a uno de los fenómenos de la temporada. “No respires” le costó a Sony menos de 10 millones de dólares -lo que para los parámetros de Hollywood es una película “chica”- y ya recaudó más de 50 millones, sólo en Estados Unidos. Detrás de este hallazgo que prescinde de lo sobrenatural para asustar hay mucho talento uruguayo, desde el director Fede Álvarez y su coguionista Rodo Sayagues a Pablo Luque, cuyo tratamiento visual es óptimo.

Álvarez es un protegido de Sam Raimi. Juntos habían hecho la innecesaria remake de “Evil dead”; aquí Raimi produce y Álvarez domina la escena para demostrar que es un narrador implacable. La tensión que construye cuadro a cuadro en “No respires” se nota en la mirada desesperada de Rocky (perfecta Jane Levy) y en las caminatas a tientas por un sótano al que es mejor no asomarse.