No renuncio!

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Italianidad al palo
Checco Zalone es un eficaz comediante, que se destaca entre gags efectivos y chistes tontos.

¡No renuncio! llega con un récord a cuestas: es la película italiana más vista de toda la historia en Italia (más de nueve millones de espectadores). Se entiende el porqué: básicamente, se toma a risa la esencia del ser italiano. Algo que puede funcionar muy bien por estas tierras: esa burla es fácilmente extrapolable a la identidad de los argentinos y, sobre todo, de los porteños, tan parecidos -para bien y para mal- a los italianos.

El eficaz comediante Checco Zalone -también guionista de la película, y autor e intérprete de su principal canción-, encarna a un oportunista, un vivillo que cumplió el sueño que tenía desde su más tierna infancia: ser un burócrata y pasarse la vida poniendo sellos. Pero después de quince años de servicio, llegan los recortes presupuestarios al Estado, con los consiguientes retiros voluntarios. Checco -así se llama también el personaje- se resiste con uñas y dientes a firmar su renuncia y agarrar la indemnización, ante la desesperación de la funcionaria encargada del ajuste, que lo someterá a todo tipo de traslados para forzarlo a dejar su posto fisso (puesto fijo), toda una institución en Italia.

Muchos tendrán que dejar de lado prejuicios ideológicos para disfrutar de lo mejor de la película, que es la cargada a los empleados públicos. Y al proteccionismo estatal: puede leerse como una despedida nostálgica a tiempos mejores o una crítica con tufillo neoliberal; parece lo segundo, porque Checco es un chanta que abusa de todos los pequeños privilegios que le confiere su estatus de funcionario.

Siempre intercalando buenos momentos con chistes pavos, gags efectivos con tonterías, ¡No renuncio! también se mofa -a la vez que reivindica- del desapego italiano por las leyes, del culto a la mamma, de la obsesiva puntillosidad gastronómica. ¿Les suena?