No quiero ser polvo

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Es una coproducción mexicana-argentina de Iván Löwenberg, que recurre a sus recuerdos personales para construir una reflexión sobre la soledad, la falta de comunicación, la sensación de indiferencia de un mundo cada vez más complejo. Invocó a sus vivencias infantiles, con una familia que se ajustaba a ciertas creencias new age, y teorías sobre una hecatombe mundial. Convocó a su propia madre como protagonista, Bego Sainz, e imaginó un personaje angustiado. Una mujer de mediana edad, ama de casa, que sufre la indiferencia de su marido – a quien presume infiel- y un hijo dedicado a su destino fuera de México. Vagando por su casa sin ningún interés que sustente sus días se aferra a una suerte de secta, más interesada en venderle productos de su boutique que a la relajación y se fanatiza con una revelación de un supuesto científico. Nada la hace dudar sobre un mundo a punto de terminar, que traerá una oscuridad total. Ni siquiera cuando llevan presos a los integrantes de la secta, ni la incredulidad sobre las teorías del fin que demuestran sus allegados. Una interesante mirada sobre lo que se elige creer ante el vacío existencial.