No miren arriba

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) hacen un descubrimiento asombroso: hay un cometa en órbita en el sistema solar. El fantástico hallazgo se convierte en alarma cuando descubren su verdadero tamaño y el hecho de que se estrellará contra el planeta, destruyéndolo por completo. Con una premisa contundente y clara, muy parecida a la gran cantidad de films de cine catástrofe, la película despliega una sátira acerca de la Humanidad, los políticos, los medios y el estado actual de las cosas. Juega a muchos niveles al mismo tiempo, apuntando en diferentes direcciones, tratando de mantenerse equilibrada entre el humor y la denuncia, un terreno siempre pantanoso del cual es complicado salir airoso.

Tan difícil es la apuesta que la propia película acierta y falla por partes iguales. Pasa de un gran chiste a un subrayado lamentable. De una actuación brillante a un papelón actoral. Por momentos se parece a ¡Marcianos al ataque! (1996) pero luego busca hablar en serio. Fluctúa entre la pedantería de Dr. Strangelove (1962) y la desesperación de Network (1976). Incluso las dos escenas después del final caen en lo mismo, chistes tontos mal ejecutados, pero realizados por uno de los mejores directores y guionistas del cine contemporáneo.

Adam McKay debutó en el largometraje con El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (The Legend of Ron Burgundy, 2004) una de las mejores comedias de la historia del cine, y por lo tanto, una de las más graciosas. Le siguieron Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby (2006), Step Brothers (2008) y The Other Guys (2010), todas protagonizadas por Will Ferrell. En el 2013 repite su mejor película al dirigir Al diablo con las noticias (Anchorman 2: The Legend Continues) otra obra maestra y la mejor sátira sobre los noticieros de televisión jamás realizada. Conforme con esta etapa de su carrera, McKay se lanza a proyectos más serios y ambiciosos y obtiene reconocimiento instantáneo. La gran apuesta (The Big Short, 2015) y Vice (2018) muestran todo lo bueno que puede ofrecer, en el primer caso, y todo el desastre que puede producir cuando se desespera por bajar línea, en el segundo. No mires arriba (2021) parece caer más cerca del segundo grupo que del primero, aunque intenta una narración clásica y fluida y su contenido político no da nombre y apellido, no está basada en hechos reales.

La película primero recorre los chistes sobre redes sociales que todos conocemos. Las estrellas bobas que se divorcian y producen más interés que el destino de la humanidad, los empresarios tecnológicos que se transforman en personas cada vez más poderosas, las grietas que hacen que todos desconfíen del otro. Pero detengámonos en la pareja de presentadores de noticias, interpretados por Cate Blanchett y Tyler Perry. Son la versión realista pero satirizada de los protagonistas de Anchorman. La película hace chistes pero los quiere dejar del lado real de la vida, perdiendo gran parte del humor y resignando muchos apuntes inteligentes. Y acá está la clave: Adam McKay no confía demasiado en la inteligencia de quien va a recibir la película y busca hacer pie permanentemente. Sin llegar al mesianismo del mencionado Stanley Kubrick, no se anima a darle al espectador un producto completamente sofisticado. No se puede reír de todo y allí encuentra los límites de su película.

Por otra parte, la película funciona mucho mejor con sus dos protagonistas. Las actuaciones y los personajes de Di Caprio y Lawrence son divertidos, interesantes, contradictorios y carismáticos. Y no creo que sea un error, de la misma manera que destruye las actuaciones de Meryl Streep (la presidente) y Mark Rylance (el millonario tecnológico) por miedo a que alguien los quiera, pone en los dos científicos su corazón y logra su mayor triunfo. Jonah Hill está perfecto porque es horrible y gracioso a la vez, en su rol de hijo estúpido, malo y drogadicto de la presidente, ocupando un poder que hereda pero para el que no está a la altura. La película empieza con una narrativa poderosa, arriesgada aunque fácil de seguir, golpeando contra lugares comunes y luego acomodándose poco a poco hasta encontrar su tono. Pierde ritmo al final, cuando se acelera y aconsejo a los espectadores ni acercarse a las dos escenas post créditos.

Lo mejor de No miren arriba es su capacidad de generar una cierta angustia sutil que algunos no llegarán a ver y otros notarán desde el vamos. Entre tanto descontrol, actores famosos y temas que toca, algo queda flotando en el aire y surgen preguntas genuinas acerca de dilemas existenciales. La película tal vez es demasiado grande para que sean profundos, tal vez la realidad que vivimos lo es aún más. Las cosas simples pueden ser también muy menores con respecto al destino de la humanidad, y aun así no dejan de ser el sentido de todo. Se complica evaluar una película tan despareja, pero a la vez se agradece la oportunidad de pensarla desde distintos lugares. Es mejor una película con fallas y ganas que una obra prolija que acierta en todo pero tiene solo objetivos de mínima. Aun así, no dejen de ver los dos films de Anchorman, porque eso es arte con mayúscula.