No me quites a mi novio

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Lugares comunes

Dos amigas en sorda disputa. Comedia a puro cliché.

Es probable, muy probable, que esta película sea bien recibida por un público fanático de las comedias románticas. Dos amigas íntimas, una de ellas a punto de casarse, enfrentadas por el amor de un hombre. Tema convocante; tratamiento prolijo y liviano. No hay nada de malo en este último punto: hablamos, después de todo, de un filme de género. Pero aclaremos: una cosa son las convenciones y otra, distinta, la repetición de clichés hasta el infinito. El eco de un eco.

Pasemos a los personajes. Rachel (Ginnifer Goodwin), abogada de bajo perfil, que acaba de cumplir 30 años y está sola, en crisis. Darcy (Kate Hudson), su amiga egocéntrica y frívola. Dex (Colin Egglesfield), novio y futuro marido de Darcy, amigo desde la facultad de Rachel, que fue la que lo conoció primero y se lo “entregó” a su amiga de un modo consciente o inconsciente. Y Ethan (John Krasinski), ácido amigo de la modosita Rachel...

En medio de la indefinición de la película, que jamás termina de decidirse entre el humor y los dilemas morales (en ambos casos es ineficaz), Ethan parece ser el único predispuesto a la comicidad. Por ejemplo, al referirse a un balneario al que viajan todos, refunfuña: “Es como una película de zombies dirigida por Ralph Lauren”. Y así. Nada que no se escuche, con más frecuencia, en cualquier sitcom.

El personaje de Hudson es absolutamente paródico y detestable. La intención, obviamente, es no convertirla en víctima. Los de Goodwin y Egglesfield, que deberían llevar el peso del adulterio, son tibios, ajenos a la empatía. Y, aunque tengan 30 y sean profesionales, se comportan como niños... pusilánimes, sin siquiera provocar gracia.

Hay personajes secundarios de trazos muy gruesos, alguna mirada discriminatoria (hacia la gordita del grupo: siempre anhelante, siempre marginada, siempre medio tonta) y mucho, mucho lugar común. Al final, el filme amenaza con convertirse en saga.