No llores por mí, Inglaterra

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Sátira histórica de una pasión futbolera

La película trata sobre la invasión de Inglaterra a una colonia española en las tierras de lo que luego sería Argentina. Para lograr que los habitantes cooperen, deciden importar el fútbol como divertimento de masas.

En 1806, Inglaterra decide invadir la colonia española situada en las tierras de lo que luego sería Argentina. A los británicos les resulta fácil casi todo en este lado del mapa. Con un discurso de tono intencionadamente “actual” para nosotros, el general William Carr Beresford ( Mike Amigorena) quiere convencer a los habitantes de que si cooperan, ellos saldrían beneficiados, pero encuentra mucha resistencia.

Es por eso que, por idea de su madre (Mirta Busnelli), decide importar el fútbol como divertimento de masas. Manda a llamar a Manolete (Gonzalo Heredia) un pseudo productor artístico bastante oportunista, para que lo ayude con la promoción. Así realizan el primer partido entre los barrios “Embocadura”, cuyo director técnico será Sanpedrito (Diego Capusotto) y “Rivera”.

Pero como una manera de liberar tensiones políticas y sociales, la segunda propuesta será un match entre criollos e ingleses. Los locales deben enfrentarse a la superioridad europea y a su goleador Cavenagh (Fernando Cavenaghi), y encuentran en Pulguita (Evelina Cabrera, creadora de la Asociación de Fútbol Femenino Argentino) y en Catrú (Oscar Chatruc) la fuerza que necesitan.

En tanto, un ejército civil creado por Esteban Menis con apoyo del general Liniers se preparará para atacar a los ingleses y devolver la “libertad” al pueblo. Con algunos datos históricos certeros y otros obviamente imaginarios, el filme viene a ser una comedia de enredos en la que se pueden encontrar referencias del cine de Monty Python o, más cercano, las producciones de Mel Brooks.

Los gags más divertidos provienen de la cultura futbolística nacional (pasión, adversidad y hasta violencia) y algún que otro guiño sobre la historia tipo Billiken. Si bien tiene un guión bastante torpe (algo que a Montalbano jamás pareció preocuparle), el filme funciona justamente porque no es pretencioso. Se asume como una comedia inclasificable y así funciona perfectamente.

Con un elenco variado en el que muchas figuras quedan desdibujadas (Fernando Lúpiz, Damián Dreizik y Roberto Carnaghi) a pesar de tener una duración superior a los 100 minutos, si bien existe un gran trabajo de producción, queda la sensación de que con alguna vuelta de tuerca más, la propuesta hubiese cerrado mejor. De todas maneras, el resultado es una buena película con grandes momentos, que abre el camino a más comedias delirantes de este tipo.