No llores por mí, Inglaterra

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Néstor Montalbano ha basado fundamentalmente su carrera con una mirada y una innovadora forma de hacer humor destacándose tanto en la televisión, como en el teatro y por supuesto en el cine. Director de míticos ciclos como “Cha Cha Cha”, “De la cabeza” y el inolvidable “Todos por dos pesos”; ha revolucionado con su estética kitsch, la parodia y el absurdo y vuelve ahora a combinar todos esos elementos en su nueva película “No llores por mí, Inglaterra”.
Después de “Soy tu aventura”, “El regreso de Peter Cascada” y de “Pájaros Volando”, Montalbano se anima a meterse con la historia argentina, situando a esta historia en plena época del Virreinato, más precisamente durante las Invasiones Inglesas, en aquel Buenos Aires colonial de 1806.
Por aquel entonces, los criollos se encontraban bajo la monarquía española y los ingleses, al mando del General Beresford (Mike Amigorena) invaden la ciudad pretendiendo apoderarse de estos territorios.
En el intento de poder “distraer” a la población de lo que se estaba tramando, planifican estratégicamente presentar un juego que les permitiese mantener entretenido al pueblo y es entonces cuando aparece el fútbol en plena colonia, pasión de multitudes ya desde aquel momento.
Es así como dos barrios absolutamente antagónicos como Embocadura y La Rivera, separados desde lo social y lo económico, comenzarán a rivalizar en la cancha tal como vienen rivalizando desde hace generaciones.
Y será el fútbol no solamente el gran entretenimiento que pensaron los ingleses para los criollos sino que Manolete (Gonzalo Heredia) un empresario de espectáculos medio pelo, intentará adoptarlo como gran negocio para salir de su crisis financiera por las bajas recaudaciones de los espectáculos que realiza junto a su mujer (Laura Fidalgo).
Así como se enfrentaban La Rivera y Embocadura, Manolete junto a Beresford, convocarán a dos directores técnicos para armar el evento más importante de la colonia: “Criollos vs Ingleses” en la gran Plaza de Toros. Si bien “No llores por mí, Inglaterra” está contextualizada dentro un marco histórico preciso y cuenta con referencias particulares, Montalbano junto a su co-guionista Guillermo Hough solamente las usarán como trampolín para desplegar su característico humor con tintes desbordados y delirantes.
El hecho de instalarse dentro de la Historia Argentina servirá para establecer en forma permanente, diferentes guiños cómplices con el espectador tanto en lo futbolero y deportivo como en las anécdotas de la historia que se relatan con una graciosa liviandad.
Es así como se entremezclan rasgos de sátira política, humor políticamente incorrecto, pasión deportiva y comedia del absurdo, esa cuerda que tan bien maneja el director y forma parte de su particular estilo.
Con un gran despliegue técnico y una producción sumamente cuidada, Montalbano se nutre de un importante elenco que logra entretener y transmitir ese espíritu divertido por fuera de la pantalla.
Gonzalo Heredia y Mike Amigorena cumplen holgadamente con sus roles protagónicos aunque existe un importante desnivel, que resiente parcialmente el producto, con otros trabajos como los de Luciano Cáceres –que luce demasiado contenido en una composición que inclusive replica a otras que ha desarrollado en pantalla y con un guion que tampoco le permite demasiado lucimiento- y Laura Fidalgo que nuevamente demuestra ser una gran bailarina pero con un desacertado tono escolar para su imposible lucimiento dentro de la comedia.
Pero es justamente dentro de los roles secundarios donde hay grandes hallazgos: Mirta Busnelli como la madre de Beresford nos regala una composición absolutamente desopilante que enciende la pantalla cada vez que aparece.
Por su parte, Diego Capusotto como el Director Técnico de la selección criolla, es quizás quien mejor entienda el humor que Montalbano quiere desarrollar en pantalla y tiene el tono, la cuerda y la química exacta para lucirse en su papel y hacer que aparezca, irremediablemente, la carcajada.
Como inmersos dentro de un gran juego de cameos y participaciones especiales aparecen Fernando Lúpiz, Roberto Carnaghi, Damián Dreizik y Esteban Menis y para los más apasionados del fútbol, se “prenden” en la propuesta: Matías Martin –fresco y lúdico en su composición- y los exfutbolistas José Chatruc y Fernando Cavenaghi, más la presencia de Evelina Cabrera, Fundadora de la Asociación de Fútbol Femenino Argentino.
Néstor Montalbano logra salir airoso del desafío de la reconstrucción de época y aún con algunas fallas y “saltos” en su guion, logra imprimir su impronta distintiva y hacer que “No llores por mí Inglaterra” funcione como un buen entretenimiento y se permita hacer humor con la historia, nuestras raíces, nuestras rivalidades y nuestras pasiones.
El fútbol, desde el Virreinato, es pasión de multitudes.