No llores por mí, Inglaterra

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

La frase publicitaria elegida por los productores no puede ser más eficaz: “Vinieron a robarnos el país, les robamos el futbol” que alude a las invasiones inglesas y al juego que el general invasor propuso para entretenernos hasta que le llegaran los refuerzos. Esa premisa, remontada a 1806, en un estreno en vísperas del Mundial de Futbol, con un elenco variado y sorprendente es de por si un hallazgo. Para Néstor Montalbano es también uno de sus films más logrados y redondos. Esa referencia histórica y las “explicaciones” desde el nacimiento de la rivalidad River-Boca, Inglaterra-Argentina, los colores de las camisetas, la mano de Dios incluida, es creativa, divertida, por momentos regocijante. En el guión del director y Guillermo Hough se combinan con eficacia, los datos históricos, los gags, un argumento de amores, madres dominantes, búsqueda de poder, la creatividad y la mirada irónica con resonancia en nuestro presente de nuestro pasado. Pero no se trata solo de enlazar un chiste detrás de otro, de sorprender con caras inesperadas que las hay sin dudas, los aciertos tienen, dentro del delirio no solo la inteligencia de los ingredientes sino un espacio para la emoción verdadera que se cuela, como quien no quiere la cosa, entre el humor y el delirio. Contribuyen con ganas desde el actor fetiche de Montalbano, el inefable Diego Capusotto en un rol secundario, sino el trabajo de todo un elenco. Destaca Mike Amigorena, con una composición acertada, entre la oscuridad, lo vulnerable y lo sagaz. Gonzalo Heredia como el primer empresario chanta del futbol. La pasión de Luciano Cáceres. Y siguen los nombres. Una cita con el humor y la pasión futbolera.