No hay tierra sin mal

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

No hay tierra sin mal de Belén Blanco, es una película independiente realizada y rodada en Misiones sobre la relación entre dos mujeres de diferente estatus pero que están en el mismo lugar.
La ópera prima de Belén Bianco se centra en dos mujeres de diferentes edades experimentando diferentes momentos de estado emocional y logra ser también un retrato sobre la vida provincial.

Por un lado, la adolescente que sale a bailar con sus amigas pero se diferencia por no vestirse de manera muy llamativa, ser la única virgen, y ni siquiera beber alcohol, mientras el resto parecen competir a ver quién se comió al número mayor de muchachos. Por el otro, su empleada, una señora humilde que quiere ser amada y se encuentra en una relación que no termina de llenarla porque teme haberse convertido en alguien a quien utilizan sólo para tener sexo.
Una de ellas no dice nada, permanece en silencio incluso ante situaciones cada vez más insoportables por parte de sus llamadas amigas. La otra necesita sacar de adentro lo que le pasa y le confía sus inquietudes a las que ella responde de la manera más simple y concreta que puede.

El film se dedica a seguir durante un día a ambos personajes, a observarlos, a veces desde lejos, a veces más de cerca, sin mucho conflicto más que lo que pasa por sus cabezas, generalmente no dicho, lo que puede hacer de él que se torne un poco monocorde. Pero sin dudas, logra contraponer dos soledades distintas e intensificar esa sensación.