No dormirás

Crítica de Miguel Angel Silva - Leedor.com

Con esta premisa, el director uruguayo Gustavo Hernández —director de La casa muda (2010) considerada la primera película uruguaya de terror— junto al guionista Juma Fodde dieron forma a la película No dormirás (2018), una coproducción entre España, Uruguay y la Argentina. Tantos países involucrados, no solo nos permiten ver las actuaciones de españoles y argentinos por igual sino que juega un papel fundamental en cuanto el cuidado que pusieron en la ambientación, las logradas locaciones y una estética muy por encima del nivel medio al que estamos acostumbrados a ver en el cine de género rioplatense.

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Ambientada en 1984, época de teléfonos públicos, videocaseteras y moda a lo New Romantic, la trama se desarrolla en Santa Regina, un Hospital Psiquiátrico abandonado. Las razones son varias.

Alma Bohn (excelente actuación de la actriz española Belén Rueda) es una reconocida directora de teatro que intenta crear una de sus últimas performances y llevarla a un nivel que nadie se atrevería a traspasar. Lo hace por varios motivos: en primer lugar su última obra fue un fracaso y de esta manera quiere redimirse con su público, en segundo lugar está dispuesta a llevar a cabo una puesta en escena basada en un diario íntimo escrito por Dora Vigna, una paciente que estuvo internada en el Hospital Psiquiátrico —de ahí que quiera hacer la obra dentro del mismo edificio— y que murió tras un incendio en uno de sus pabellones y en tercer lugar, aunque esto se develará al final de la película, este último desafío —tal como le pasó a Mozart con su Réquiem— sería el broche de oro a su vida como artista.

Para lograr esto, se propone utilizar lo que ella denomina “El método”, es decir empujar a un elenco de actores, previamente seleccionados, más allá de sus propios límites y de su propia realidad. Para esto no necesita estimularlos con drogas alucinógenas, es más, les provee de una alimentación sana y les hace realizar ejercicios aeróbicos para que mantengan un buen estado de salud. ¿Cómo lograrían ese estado de irrealidad? Muy sencillo: deberán evitar por todos los medios posibles (café, baños de agua, sacudones, etc.) caer vencidos en las garras del sueño. Nada más fácil, y nada más aterrador. Más cuando cada ocho horas, el hijo de la directora —parte también del elenco— toma fotografías Polaroid a los actores para tener pruebas de que están despiertos. Un grupo de teatro experimental llevado al extremo. Una recreación del llamado Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud, en que el poeta y dramaturgo francés buscaba lograr una propuesta radical que sorprenda e impresione a los espectadores mediante situaciones impactantes y perturbadoras, basándose en una violenta determinación física para destrozar la falsa realidad. Claro que Alma Bohn va más allá de la teoría y utiliza técnicas más persuasivas.

Si bien este tipo de métodos ultrajantes había sido desarrollado —aunque desde otro enfoque— en la soberbia película Whiplash (2014) en donde un profesor de música amedrentaba a sus alumnos con golpes, amenazas e insultos para que dieran lo mejor de sí, en este caso la entrega no viene por el esfuerzo físico de ensayar, ensayar y ensayar hasta el colapso sino, por el contrario, viene por el lado de dejar que el umbral de la percepción se vaya acercando —por la falta de sueño— lenta e inexorable para, llegado el caso, traspasarlo y transformarse en una especie de zombis que no actúen por sus propios medios sino que adquieran la “conciencia” de otro ser. Una apuesta de por sí original.

Si en la película Pesadilla en Elm Street (1984) las víctimas adolescentes no querían dormir para no enfrentarse con el asesino que los acechaba en los sueños, aquí la idea es no dormir para ocupar precisamente ese lugar, el de Freddy Kruger, el asesino serial. Es la actuación llevada al punto de ser el mismo espíritu el que lo haga, no el actor o la actriz en cuestión. El actor solo sería el cuerpo prestado para dicho fin, el envase, la cáscara. Alma Bohn cree que es la única manera que la actuación deje de ser una mera ficción.

Es la misma idea que tuvo Borges al escribir el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”. La consigna no es escribir tal como lo hubiera hecho Cervantes en pleno siglo XVI, sino escribir aquí y ahora como Cervantes mismo.

En una secuencia Alba Bohn remite a un tópico muy instalado en el imaginario colectivo: no hay creación sin locura. Es una idea que viene del Movimiento Romántico y que hoy resulta algo envejecida, aunque es bien sabido que las emociones extremas son las que producen los hechos artísticos más destacables. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el artista para ser reconocido? Este es uno de los mensajes que pueden leerse entrelíneas, ¿existen límites morales, psicológicos o legales para salir del anonimato y alcanzar una meta deseada?

Como en la película Cisne negro (2010) del director Darren Aronofsky, hay también aquí una sesgada competencia entre dos postulantes para llegar a lo que un director artístico quiere: que su pupilo sea el mejor, que sea el cisne negro. Hay aquí también un conflicto entre la protagonista principal —la aspirante a ser la titular de la obra— y uno de sus padres. La madre en el caso de Cisne negro, el padre en No dormirás. A Nina (Natalie Portman) le empiezan a cubrir las plumas negras cuando se convierte en lo que siempre había deseado: ser la número uno en El Lago de los Cisnes. ¿Bianca (Eva de Dominici) logrará traspasar ese límite para convertirse en la cabeza del elenco de una obra que no comprende del todo? A Nina ese papel le cuesta la vida. ¿Qué pasará con Bianca? Ambas películas están encuadradas dentro del suspense psicológico. No es para menos, lo que plantean, tanto Darren Aronofski como Gustavo Hernández, es que para destacarse en alguna disciplina artística no importan las barreras que se interpongan. Tanto el profesor de música Terence Fletcher, como el director de ballet Thomas Leroy y Alba Bohn, la directora teatral, instalan este mandamiento en su conciencia que como un virus los va a ir contaminando hasta poseerlos por completo. ¿Pero a quién benefician con este tipo de acoso psicológico: a sus alumnos o a su propio ego?

Una de las cosas interesantes del film es que todos son actores haciendo el papel de actores, es decir, todos, en cierta manera están actuando. La vida diaria que la compañía de teatro comienza a llevar detrás de los muros del Psiquiátrico podría ser una gran puesta en escena en donde todos están confabulados. ¿Quién dice la verdad? ¿Qué ocultan con cada silencio? ¿Quién es quién? Bianca ignora todo esto y es la única actriz del elenco que parece ser la única cuerda en una casa de locos. ¿Cuánto de lo que ve, siente y oye es verdad? Son muy acertadas las escenas en donde lo que está ocurriendo podrían ser los desvaríos de una mente en estado de shock, de fragilidad emocional, de una inminente locura. Nosotros, como espectadores, también caemos en esa incertidumbre. ¿Qué hay de cierto en todo lo que vemos? ¿Es esto lo que sucede después de estar más de cien horas sin dormir? ¿Cómo puede saber si está despierta o está soñando?

No dormirás es un gran soplo de aire fresco para las películas de género, algo que tan bien conocen las industrias de Hollywood, pero que en nuestro país —como en Uruguay— no logran cuajar del todo, y caen en películas mediocres, estereotipadas y faltas de sentido artístico. Es verdad que en No dormirás hay un gran número de clichés —paredes escritas, sobresaltos para mantener en alerta al espectador, cajitas de música, estética gore en los pasillos iluminados con la luz de las velas, etc— pero lo que está demostrado es que se puede lograr una buena obra, muy bien filmada, con buena edición y música acorde al clímax propuesto. Ganas e ideas no faltan. No olvidemos que It, la película de terror más exitosa —a nivel mundial— del 2017 estuvo filmada por un director argentino: Andrés Muschietti. Claro que contaba con un presupuesto multimillonario, pero Valerian (2017) de Luc Besson, también tuvo una producción millonaria y fue un fracaso de público y de crítica. Parafraseando a Los Beatles: el dinero no puede comprar amor, y tampoco talento. Como ejemplo a la inversa tenemos al éxito sin precedentes de The Blair Witch Project (1999). Sólo costó 22 mil dólares (nada) y recaudó a nivel mundial 448 millones de dólares (mucho). ¿Qué sucedió? Había una muy buena idea por detrás.

Lógicamente se necesitan buenos actores para que la trama salga airosa y en este caso los hay y muy buenos. Además de Belén Rueda, sobresale la protagonista principal Eva de Dominici —Premio Sur a la Mejor Revelación Femenina— en el papel de Bianca que logra llevar a cuestas la casi totalidad del film con primerísimos planos que acentúan una belleza que se va degradando —por la falta de sueño— a lo largo de toda la película. Eugenia Tobal hace gala de su larga trayectoria actoral en un papel que apuntala allí en donde es necesario. La actuación de un irreconocible Germán Palacios está desaprovechada, podría haber tenido una incursión más extensa, ya que conocemos su grandes dotes actorales. Natalia de Molina, la otra actriz española en el papel de Cecilia, hace lo correcto: la de compañera misteriosa que esconde más de lo que Bianca supone y Juan Manuel Guilera es el personaje siniestro que logra perturbar con su sola aparición; un papel medido e inquietante. Susana Hornos, por el contrario, juega el papel del desborde, de la locura y de la psicopatología llevada al extremo.

Si bien es cierto que hay algunas fallas en el guión —en cuanto a la verosimilitud de algunas acciones— No dormirás es una muy buena apuesta a un tipo de cine que mantiene al día de hoy muchos prejuicios en nuestro país.

España, uno de los países que intervienen en este film, ha logrado en los últimos años vencer esos dilemas con películas muy interesantes como La habitación del niño (2006), El orfanato (2007), Rec (2007), Mientras duermes (2011), Los ojos de Julia (2010), Mamá (2013) o Verónica (2017) por nombrar solo algunas películas de terror de la última década. En Argentina todavía debatimos si el cine de género debe ser tenido en cuenta. Una discusión que ya ha sido zanjada hace mucho tiempo en los países que tienen una importante obra cinematográfica.

Aunque se han estrenado —o están en proceso de producción— películas como Hiperinsomnia (Gabriel Grieco), Relicto (Laura Sánchez Acosta), Aterrados (Damián Rugna), Los olvidados (Hnos. Onetti) y Necronomicón (Marcelo Schapces), las películas argentinas de terror todavía están lejos del gran público.

Hay mucho camino por recorrer. No dormirás es un buen paso para seguir adelante.