Ni en tus sueños

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La comedia en bancarrota

Uno de los problemas centrales del mainstream contemporáneo es su constante apelación a fórmulas que en otras épocas motivaban algún tipo de rédito cualitativo por la sencilla razón de que había un cariño, una elocuencia, un dinamismo, un misterio y una paciencia en el entramado narrativo de aquellos productos que hoy están completamente ausentes debido a la ridícula obsesión de la mayoría de los ejecutivos y artistas de las “grandes ligas” hollywoodenses con recurrir a un tono neutro escuálido que sin duda retoma las peores versiones -las más anodinas, infantiles y paupérrimas- de los formatos trabajados, lo que para colmo se maximiza en géneros como la comedia que dependen en un cien por ciento de la “pata humana” de la realización y no del gigantesco armazón tecnológico de tantas obras pretendidamente masivas de nuestro presente, ese patético suplemento ortopédico.

Siempre que este tipo de películas amagan con intentar decir algo sobre lo que sea terminan demostrando lo que son: contenido deficitario de relleno que no satisface ni siquiera el mínimo requisito fundamental de estos casos, el entretenimiento. Tomemos por ejemplo el film que nos ocupa, Ni en tus Sueños (Long Shot, 2019), un “coso” que funciona como una versión posmoderna de La Dama y el Vagabundo (Lady and the Tramp, 1955) pero sin ser graciosa, entrañable, inteligente o llevadera, ejemplo perfecto de la incapacidad del cine popular de nuestros días para entregar un producto olvidable pero ameno; circunstancia que nos ubica en la orilla de enfrente, teniendo que soportar una película interminable, repleta de clichés, con diálogos que parecen escritos por un oligofrénico, situaciones inverosímiles, cero originalidad, muchísima torpeza en su desarrollo y hasta protagonistas intrascendentes.

La premisa de fondo pasa por un acercamiento romántico entre Charlotte Field (Charlize Theron), la Secretaria de Estado en funciones y precandidata a la presidencia yanqui, y Fred Flarsky (Seth Rogen), un supuesto periodista de izquierda -o algo así- que está enamorado de ella desde que lo cuidara siendo ambos adolescentes. Por supuesto que los devaneos azarosos del relato los hacen reencontrarse y trabajar juntos, con él escribiéndole los discursos a ella luego de que renunciase al periódico donde se desempeñaba como redactor cuando un magnate de los medios de comunicación, Parker Wembley (Andy Serkis), compra el diario con vistas a transformarlo en otro brazo del aparato propagandístico de las elites económicas. El guión de Dan Sterling y Liz Hannah da demasiadas vueltas para hacer avanzar la estereotipada trama y la condimenta con latiguillos hiper quemados a nivel de los secundarios, los “focos de conflicto” y los semi sketchs que plantea la obra de tanto en tanto desde la más absoluta impericia en cuanto a las risas o una mínima sonrisa esporádica.

Como en casi todos los productos en los que participa el infradotado de Seth Rogen, aquí cualquier influjo sincero en materia de secuencias y personajes desaparece en pos de dejar espacio a chistes verdes y puteadas de estudiantina sin ideología de por medio, ya que el convite no es ni de izquierda ni anticoncentración capitalista ni proambiental, como parece indicar el leitmotiv (él la convence de una “agenda verde” y los villanos, el Presidente Chambers -en la piel de Bob Odenkirk- y Wembley, la presionan para que dé marcha atrás). Para colmo al director Jonathan Levine, cuyas únicas películas potables siguen siendo Todo por Ella (All the Boys Love Mandy Lane, 2006) y Mi Novio es un Zombie (Warm Bodies, 2013), no se le cae idea alguna que nos saque de un tedio que desaprovecha ingredientes que nos podrían haber acercado al delirio contracultural como una revolución en Manila y una toma de rehenes, reconfirmando de sopetón la lamentable bancarrota de la comedia hollywoodense y la vergüenza ajena que da ver a Charlize Theron en medio de todo esto…