Ni dios, ni patrón, ni marido

Crítica de Emiliano Román - A Sala Llena

Muñecas Bravas

Ni Dios, ni patrón, ni marido fue la frase emblemática que caracterizó al primer movimiento feminista-anarquista, allá por finales del siglo XIX. En una Buenos Aires donde el contexto estaba definido por la olas inmigratorias de Europa, la inminente guerra con Chile y la falta de legislación que preserve los derechos de los trabajadores. Las mujeres eran las principales afectadas, con una mano de obra mucho más barata y devaluada que la del hombre.

En medio de esta situación, un grupo de mujeres decide publicar lo que luego sería el primer periódico feminista del mundo “La Voz de la Mujer”, el cual incluía declaraciones tan interesantes pero altamente explosivas para la época como: “Hastiadas de ser el juguete, el objeto de placer de nuestros explotadores y ¡aún nuestros esposos! Hemos decidido levantar nuestra voz y exigir nuestra parte de placer en el banquete de la vida.”

El film aborda esta interesante parte nuestra historia, dónde nos lleva a la raíces de la problemática de género, cuando el rol social de las mujeres de clases bajas, era puramente objetivado y degradado, en una nación que estaba formando sus cimientos, muchas veces a costa de una grave injusticia social.

Si ser mujer y pobre hoy es difícil, en esos tiempos era sacrificial, debía sufrir la explotación laboral por esta doble condición, además de no descuidar las obligaciones hogareñas y maternales.

Virginia Bolten (Eugenia Tobal), una reconocida, tenaz y fichada anarquista, viene a Buenos Aires, porque en Rosario su vida corre riesgos. Aquí se encuentra con su amiga Matilde (Laura Novoa), obrera de una fábrica, mal paga y en condiciones degradantes para cualquier trabajador humano. Cuando una compañera de Matilde es despedida porque tiene que atender a su hijo enfermo, las mujeres deciden agruparse y pedir su pronta reincorporación, asesoradas por la visión luchadora y perseverante de Virginia.

Lucía Boldoni (Esther Goris), estrella de la lírica local y en una relación amorosa con un senador bastante mafioso (Daniel Fanego), se entera de este movimiento y decide apoyarlas pero con un alto riesgo tanto profesional como afectivo.

El argumento es más que convocante. La directora, Laura Mañá (Palabras Encadenadas; Morir en San Hilario), a veces lo aprovecha pero en otras ocasiones se le escurre de las manos. Lo mejor es la dirección de arte, la verdad que se luce el vestuario, la escenografía de Buenos Aires en 1896, y un muy buen acompañamiento de la música. Todos estos factores le dan por momentos mucha intensidad al relato. Hay una escena muy alta, donde ellas se manifiestan en huelga, frente a las narices de su patrón, pero con un desencadenante que logra transmitir al espectador la misma sensación de impotencia que viven estas mujeres.

Lo narrativo queda en medio camino, hay muchos momentos del relato que valía la pena, adentrarse un poco más, como es la relación con los anarquistas hombres, que trastoca los ideales de liberación y justicia social de estos, si bien la aborda quizás requería un mayor desarrollo. Se dedica mucho espacio a una historia paralela, como lo es el triángulo amoroso entre Lucía, el senador y Federico (Joaquín Furriel), y no se profundiza del todo un personaje tan rico, como el Virginia Bolten, la principal líder e impulsora de este movimiento tan revolucionario en su momento, no sólo en Argentina sino en el mundo. También queda sobre el tintero el tipo de vínculo establecen las dos trabajadoras más jóvenes de la fábrica, no se termina de desarrollar lo que por momentos se esboza.

Algunas actuaciones son aceptables, otras no se lucen demasiado o como uno mínimamente lo espera de figuras tan conocidas, a excepción del gran Jorge Marrale, encarnando con gran oficio el papel de Genaro Volpone, ese odioso tirano, dueño de la fábrica, quien basa su fortuna a costa de la explotación de mujeres obreras, llevándolas a una situación que coquetea con la esclavitud, pero que también en su magnífica interpretación puede sacar a la luz las debilidades, temores e impotencias de este mal hombre.

Lamentablemente el film no saca del todo el jugo que tiene está página histórica, pieza clave para los avances posteriores en las problemáticas de género y lo que podría haber sido una gran película histórica, se termina diluyendo en algunos enredos amorosos que en vez de aportar intensidad a la trama, le restan riqueza narrativa a la obra.